Febrero tiene fama de loco y no
es gratuita. Le viene del refranero y también de que es un mes en el que la atmosfera
se comporta de un modo que no es predecible. Lo mismo puede hacer un frio que
pela que un calor tropical. En Febrero las previsiones apenas sirven de nada
porque la realidad las destroza. Es un mes que va a su bola y tanto le da que
el anticiclón esté en las Azores como en la isla La Deva. Siempre puede pasar
cualquier cosa y no solo por lo que se refiere al clima. La influencia de su
locura lo abarca todo y nada, ni nadie, escapa a su influjo por más que los escépticos
lo pongan en duda.
Podía pasar en cualquier mes del
año, pero fue en febrero cuando nos enteramos de que hay trenes que no caben
por los túneles, que un histórico del Partido Comunista se presenta como
candidato de la ultraderecha para una moción de censura, que al Rey Emérito, que
aquí no lo saluda, casi, ni su hijo, en Francia lo vitorean y hasta le hacen la
reverencia, y que los chinos, que son campeones del mundo en tecnología, espían
a los americanos con globos que se inventaron hace dos siglos.
Las locuras que comentamos están
sucediendo en Febrero, un mes en el que también se celebra la gran locura del
carnaval y el aniversario de aquella carnavalada que protagonizó Tejero, el 23
de Febrero de 1981, y que, al final, no acabó en tragedia porque Sabino Fernández Campo se puso terco defendiendo
la democracia.
Referir
estos sucesos no significa culpar a Febrero de todos los males y eximir de
responsabilidad a quienes, en cada caso, la tengan. Sería absurdo que lo culpáramos
de la peripecia de los túneles y los trenes, de que Ramón Tamames esté poco
menos que como la cabra de la legión, o que Antonio Garamendi haya pasado de
ser un sufrido autónomo a un trabajador asalariado que cobra y cotiza a la
Seguridad Social por 400.000 euros al año. Febrero no es culpable de nada, pero
coincide que fue ahora cuando se descubrió todo, incluido que Garamendi era un
objeto no identificado que sobrevolaba el espacio laboral disfrazado de
autónomo.
También en Febrero, miren por dónde,
los muy atareados y excelentísimos señores del Tribunal Supremo dictaron una
sentencia por la que autorizan a los jóvenes a gastar el "Bono Cultural
Joven" de 400 euros, en algo tan cultural como comprar entradas para las
corridas de toros.
Estas y otras locuras, que han
salido a la luz en Febrero, ponen en evidencia una realidad que ignoramos
porque nos da miedo. Preferimos mirar para otro lado y justificarlo todo con
argumentos que pretenden ser lógicos y no pasan de ser excusas. Menos mal que Febrero,
el loco, permite que respiremos hondo, oxigenemos nuestro cerebro y hagamos
propuestas sensatas. Propuestas como que tal vez sea mejor que los túneles del
siglo XIX se adapten a los trenes del siglo XXI y no al revés, que uno que fue
comunista encabece una moción de la ultraderecha antes de que lo haga un facha y
que los globos no sean otro cuento chino sino el saludo, a modo de broma, de
unos extraterrestres simpáticos.
Decía Goethe, y estoy de acuerdo,
que la locura no es otra cosa que la razón presentada de forma distinta.
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Milio Mariño