lunes, 1 de marzo de 2021

La mala fama del lobo

Milio Mariño

La mala fama del lobo viene de largo. Hace siglos que se viene transmitiendo la idea de que el lobo es un animal sediento de sangre que mata por matar y lo mismo devora abuelitas, que ovejas, cabritillos o un registrador de la propiedad, si es que se pone a tiro. Esa es la idea que nos inculcaron desde niños. El cuento que nos contaban, de pequeños, siempre fue la versión de Caperucita, no sabemos cómo lo contaría el lobo. Seguro que aportaría una versión distinta. Es posible que dijera que si la niña de la caperuza roja hubiera ofrecido su cesta de la merienda para que él pudiera saciar el hambre atroz que llevaba no habría sucedido lo que sucedió luego. Sería una versión creíble y, de paso, no descarto que se despachara, a gusto, acusando a Caperucita de ser muy hipócrita, pues el hecho de que lo confundiera, tan fácilmente, con su abuelita demuestra lo poco que iba a visitarla.

Así que ya digo, nunca deberíamos dar por válida una opinión atendiendo a una sola voz. En este caso, para ser justos, conviene recordar que el lobo no ha matado, ni herido, ni siquiera atacado a ninguna persona en España en décadas. Incluso me atrevería a decir que ni en los últimos cien años.

Los problemas conviene dimensionarlos en su justa medida y los que ocasiona el lobo se exageran demasiado. No quiero decir con esto que no cause daños; los causa. De ahí que sea necesario hacer un diagnóstico correcto de los mismos y buscar la mejor forma de resarcirlos. Ese sería el camino, pero lo que ocurre es que cada vez que se da un paso, en cuanto a la protección del lobo, se crea una polémica desmesurada.

Hace un par de semanas salió adelante la propuesta ministerial de incluir al lobo en el Listado de Especies Silvestres de Régimen de Protección Especial. Propuesta que aquí, en Asturias, provoco un gran rechazo y que, por si alguien lo desconoce, es consecuencia de un dictamen científico y no de una decisión arbitraria del Gobierno de Pedro Sánchez.

Ahora mismo, la supervivencia del lobo, a pesar de lo que dicen algunos, está en peligro. No obstante, parece que interesa más que hablemos de los problemas que crea a los ganaderos que de otras cosas. Mientras hablamos del lobo, nadie se refiere, por ejemplo, al Tratado UE-Mercosur, cuyo impacto puede ser muy grave, o a las macro granjas que se extienden cada vez más imponiendo un modelo que acaba con las pequeñas ganaderías. También es grave el precio de los animales, muy afectados por la importación desde otros países.

Lo lógico y sensato sería que fuéramos capaces de proteger al lobo, como especie emblemática, y, al mismo tiempo, proteger los intereses de los ganaderos. Necesitamos que el lobo y la ganadería extensiva puedan convivir. Y eso pasa porque las Comunidades Autónomas, que son quienes tienen la competencia, paguen las indemnizaciones, por los daños del lobo, con menos trabas y mayor rapidez. Al final ese sería el precio a pagar por mantener una especie que está en peligro. Solo es cuestión de voluntad política, no hablamos de grandes indemnizaciones, hablamos de cantidades pequeñas, de poco dinero.

El lobo tiene mala fama, pero la solución no es matarlo, es procurar que siga viviendo y que no sea a costa de los ganaderos.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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