lunes, 8 de febrero de 2021

El almacenón de Siero

Milio Mariño

Quienes todavía no nos hemos contagiado del virus ni hemos pasado la enfermedad vivimos en un estado de ánimo que oscila entre la felicidad y el terror. Por un lado, nos alegra no haber muerto ni enfermado y por otro contamos los días esperando que nos chuten la vacuna antes de que aparezca el diablo y se cruce en nuestro camino. Intentamos sobrevivir y salir adelante siendo conscientes de que será imposible que volvamos a la normalidad de dos años atrás. El tiempo no se detiene y la vida nunca nos permite volver; nos obliga a continuar. De modo que aquí seguimos, capeando como podemos esto que, ciertamente, no es una guerra convencional, pero se parece bastante. Hay incertidumbre, otro estilo de vida, crisis económica, muchos muertos, muchos heridos, tristeza, héroes anónimos, algún insensato y miedo y esperanza no sé si a partes iguales.

Miedo lo seguimos teniendo y esperanza también. Hemos acabado por asumir las muertes del virus como se asumen los accidentes de tráfico y ya estamos pensando en qué pasará después. En el destino que les espera a quienes sean, o seamos, supervivientes. Cuestión que también preocupa porque hay dudas sobre si solo tendremos paro y ruina económica o cabe albergar la esperanza de una recuperación que nos depare algo mejor.

Es difícil predecirlo. En realidad, nadie se las promete muy felices, a pesar de que aquí, en Asturias, acabamos de recibir un par de noticias que son las más importantes y las de mayor calado económico en muchos años. Acabamos de conocer que Amazon invertirá 100 millones de euros en un centro logístico, en Siero, que prevé generar 2000 empleos directos y que Naturgy y Enagás han presentado un proyecto para producir hidrógeno verde y energía desde un parque eólico marino y otro terrestre que, si se lleva a efecto, supondrá para Asturias, la creación de otros 1.500 empleos en las fases de construcción, operación y mantenimiento.

Cuando leí estas noticias me puse tan contento como seguramente lo estarán ustedes, pero luego me topé con mi padre, que tiene 95 años, y el optimismo se fue diluyendo hasta que casi desapareció por completo.

Oye, estos que dicen que van a crear 2000 empleos, ¿qué producen, que es lo que fabrican? Preguntó mi padre. Producir no producen nada, se dedican a distribuir pedidos, son un centro de logística. O sea, que lo que van a montar en Siero no es una fábrica, es lo que podríamos llamar un almacenón, para que todos nos entendamos. Bueno si, más o menos. Pues entonces de riqueza nada, carretilleros y gente moviendo paquetes. Empleos de tercera regional ¿Y los otros? Los que se proponen sacar petróleo del aire… No digas nada, ahórrate las explicaciones porque imagino algo parecido. Pondrán la costa hecha un cristo sin que recibamos nada a cambio. Otra locura. Claro que tampoco me extraña. Es tiempo de locos. Ahora se reivindica el derecho a la diversión y a tener los bares abiertos antes que el derecho a la vida.

Las reflexiones de mi padre, que como dije tiene 95 años, me dejaron preocupado. Igual resulta que hemos repartido demasiado incienso. Antes recibíamos las noticias con un pensamiento mucho más crítico. Así que, dejando a un lado la sorna de los viejos, lo mismo no está mal traído llamar almacenón a lo que han bautizado con un nombre muy parecido.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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