Una de las propuestas más interesantes que he oído en los últimos
tiempos la hizo mi amigo Pepe Álvarez en la convención anual de UGT que se celebró en
Pruvia, hace siete días. Consiste en que los Robots coticen a la Seguridad
Social, al igual que lo harían los trabajadores a los que sustituyen.
Tiene mucho sentido. Los Robots no solo se están haciendo
cargo de los puestos de trabajo más elementales y repetitivos sino que según un
estudio, publicado por los economistas de la Universidad de Oxford Carl Frey y
Michael Osborne, el 47% de los puestos de trabajo actuales será reemplazado por
sistemas de automatización y robots de coordinación y visión avanzada. Calculan
que en las próximas tres generaciones, unos 75 años, los robots se harán cargo de
los puestos de trabajo más tradicionales. No se necesitará gente para recoger
las cosechas, ni para pintar una vivienda, limpiar las ventanas o incluso
luchar en las guerras. Los robots harán todas las tareas repetitivas,
peligrosas, desagradables o aburridas que los seres humanos abordan en la actualidad.
Tareas que también incluirán buena parte de la administración y la medicina, e
incluso la abogacía, la enseñanza y los periodistas. Es decir, de todos
aquellos cuyo trabajo pueda automatizarse en cierta medida. Una medida que crece
cada vez más. Por ejemplo, ya hay Robots que corrigen los exámenes de los
estudiantes con una aproximación ajustada a como lo haría el profesor.
El futuro es inquietante. Obliga a ver cómo viene y tomar
precauciones. Por eso me parece bien la idea de que las empresas compensen a la
Seguridad Social, a través de una cotización o alguna otra medida, por la
pérdida de empleo que suponen los avances tecnológicos. Sería una aportación
que facilitaría la sostenibilidad del sistema y supondría anticiparnos a un
debate que, tarde o temprano, tendremos que afrontar. Los beneficios de la
reducción de la mano de obra, que representan los avances tecnológicos,
deberían ser redistribuidos y servir para algo más que para engrosar las
cuentas de resultados de las empresas.
Cierto que también hay estudios, entre ellos uno elaborado
por la Asociación de Industrias de Robótica, que indican que por cada robot
instalado se crean una media de 1,3 puestos de trabajo. Los estudios depende
quien los haga, pero luego vamos a los datos reales y resulta que los salarios
caen en picado y cada vez hay más paro. Fíjense en este dato: en el año 2013,
descontada la inflación, un trabajador medio cobraba un 13% menos que en 1973, a
pesar de que la productividad aumentó un 107% en dicho período.
El dato es asombroso, pero ningún partido político ha
planteado abordar cómo afecta y afectará la automatización creciente a las
relaciones y los derechos laborales, el paro y el Estado del Bienestar. Nadie
plantea la necesidad de conciliar los intereses empresariales con los de los
ciudadanos, en el escenario actual y los que se puedan presentar. No se proponen
acciones concretas para hacer frente a que cada vez hay menos puestos de
trabajo, los salarios evolucionan a la baja y el sistema público de pensiones,
así como la Seguridad Social, están a punto de quebrar.
No es cierto que las
cosas se arreglarán por sí mismas y las nuevas generaciones solo tendrán que
prepararse mejor. La tecnología no es un instrumento neutral, crea
desigualdades que es preciso corregir.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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