Hubo una época en que vivíamos desvalidos
y con una sensación de desamparo que evidenciaba nuestra fragilidad. Entonces,
solo nos protegían nuestras madres y, a los de buena familia, también la Guardia
Civil. Pero aquella época quedó atrás, España consolidó la democracia y asombra
lo protegidos que estamos y la cantidad de gente que se ofrece para salvarnos.
¿De qué? Pues de lo que haga
falta: de otra dictadura, del comunismo, el fascismo, la corrupción… Cualquier
peligro que nos aceche tiene que vérselas con gente comprometida que promete
defendernos con todas sus fuerzas. No les hablo de gente insignificante, hablo
de políticos de cualquier partido, sin excepción, y de gente que está vigilante
y atenta para que todo funcione sin trampa ni cartón.
Hace cincuenta años nadie
vigilada nada y así nos iba. En la época franquista había corruptos a
cascoporro y hasta el propio dictador se hizo multimillonario con comisiones y
prácticas ilegales, que ahora conocemos gracias al historiador Paul Preston,
que lo recoge en un libro muy bien documentado.
Lo bueno es que somos un país con suerte. Llegó
la democracia y estableció férreos controles. A partir de entonces, la
corrupción se empezó a vigilar con lupa. No obstante, como los vigilantes eran
novatos, en 1998, apareció el caso “Juan Guerra”, que supuso el procesamiento
del hermano del Vicepresidente del Gobierno, por cohecho. Los vigilantes
tomaron nota, pero no pudieron impedir que unos años más tarde, en los 90,
apareciera el caso “Filesa, Malesa y Time Export” por el que la coordinadora de
finanzas del PSOE, Aída Álvarez, acabó siendo condenada a dos años de cárcel.
La experiencia acumulada era
notable. Sin embargo, con Aznar de presidente, su vicepresidente y Ministro de
Economía, Rodrigo Rato, uno de los grandes ídolos del PP y de la elite financiera, acabó en la cárcel,
por apropiación indebida, junto con una legión de altos cargos y ministros como
Jaume Matas y Zapalana.
Para quienes vigilaban la
corrupción, aquello ya fue la prueba del nueve. Después de aquel caso acumulaban
tanta experiencia que aseguraron, con rotundidad, que no se les iba a escapar
ni un caso más. En ello pusieron todo su empeño, pero todavía nos estamos
preguntando cómo pudo habérseles escapado el “Caso Noos”. Un escándalo que
afectaba a Iñaqui Urdangarín, su esposa la Infanta Elena y, por primera vez, a
la Casa Real. No sería la última porque ya se vio lo que luego pasó con el Rey.
Aunque los vigilantes de la corrupción
reconocieron que habían vuelto a fallar, apuntaron que las nuevas tecnologías permitían
establecer controles prácticamente insalvables. Podían espiar, grabar y vigilar
de mil maneras distintas. Pero el afán por ejercer un mayor control debió
confundirlos de tal manera que estalló el “Caso Gürtel” y no fueron capaces ni
de identificar quien era M. Rajoy. El balance se saldó con el PP condenado por
corrupción, 350 años de cárcel para los principales dirigentes y más de veinte
casos que todavía están por juzgar.
Como no podíamos seguir así,
Pedro Sánchez se ofreció para protegernos y acabar con la corrupción de una vez
por todas. La cuestión es que ahora, visto lo visto, ya están hablando de que lo
mismo hay que recurrir a la Inteligencia Artificial y pedirle que nos eche una
mano. Habrá que pedírselo aunque solo sea por esperanza y caridad intelectual.
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Milio Mariño