lunes, 16 de junio de 2025

Flores para Avilés

Milio Mariño

Escribo poco, prácticamente nada, sobre Avilés y las noticias locales. Y no será porque no me lo pidan. Les aseguro, aun a riesgo de parecer pedante, que si hiciera caso a las peticiones podría tener una sección como aquella que había en la radio de discos dedicados, solo que en este caso serían artículos. Para fulanito en el día de su cabreo, deseando que lo disfrute en compañía de sus amigos y compañeros de tertulia. Digo cabreo porque las solicitudes, prácticamente todas, son para animarme a que escriba una queja. Nunca un elogio.  

Agradezco que intenten que escriba algo que merezca la pena pero, de momento, voy a seguir en plan vagabundo. A lo que salga. Y, hoy, lo que sale es que me quito el sombrero ante un detalle que no esperaba. Desconozco la autoría, pero felicito a quien fuera que tuvo la idea de regalarnos unas pirámides de flores que no solo están frente al Ayuntamiento y en los sitios más céntricos, sino también en los barrios.

Aunque empieza a difuminarse, todavía recuerdo que, en Avilés, la moda primavera verano venía tiznada de carbonilla y humo a partes iguales. Nunca de flores. La Villa era sucia en todas las estaciones del año y la vecindad deambulaba mustia y mirando con ojos de pez. Había tristeza sin saber por qué. Y, buscando querer saber encontré que está científicamente probado que las flores provocan sonrisas. Eso me pareció advertir en El Parche cuando la gente volvía de verlas de cerca o hacerse una foto. El diagnóstico era de alegría y felicidad y de haber dejado allí un “like, que es como, ahora, dicen me gusta.

  Celebro el detalle de las flores porque las ciudades, además de los sitios donde vivimos, también son memoria. Están hechas de todo lo que recordamos, de nuestros recuerdos de la infancia, la adolescencia y también de la edad adulta. Estoy seguro de que no fue por eso, pero se me ocurrió que era un detalle precioso ponerle flores al Avilés que ya no existe. A las chimeneas y los gasómetros, los bares y los comercios que son historia. Pueden llamarme nostálgico o, simplemente, inculto pero, para mí, los comercios y los bares tienen la misma importancia que los monumentos. Forman parte de la identidad de nuestra ciudad e incluso de nosotros mismos. Son un símbolo de resistencia contra esa uniformidad mediocre que nos ha llevado a que la calle principal de cualquier ciudad de España tenga los mismos comercios que nuestra avilesina calle La Cámara.

Vayamos donde vayamos encontramos las mismas tiendas de ropa, las mismas ópticas, perfumerías, zapaterías y hasta los mismos quioscos de chuches. Ha desaparecido la esencia local. No queda nada de aquello que nos distinguía de otro lugar y hacía que fuéramos únicos.

Es probable que no sean muchos, pero algunos recordarán Precios Únicos, La Parisién, El Modelo, La Esperanza, Los Álvarez, Verano, Bar Busto, Café Colón, Toldao, Confitería Galé, Los Castros, Almacenes Pi… Yo sí los recuerdo. Tengo un rincón en mí memoria donde guardo, como un tesoro, aquel Avilés que no existe. Lo bueno es que el óxido y la roña se han desvanecido y aún me queda sitio para guardar este Avilés de flores, gente contenta y calles preciosas. Uno puede elegir como vestirse para salir de casa, pero no el paisaje que va a encontrar esa mañana.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 9 de junio de 2025

Cloacas y olor a primavera

Milio Mariño

Quien atesora más grabaciones que la vieja y muy famosa Columbia Records, el ex comisario Villarejo, dijo, en su día, que las cloacas no generan mierda, sino que contribuyen a limpiarla. Una verdad incontestable: son imprescindibles para la salubridad pública. El problema es que nadie se preocupa de limpiarlas, se atascan y luego revientan y la mierda salpica a un montón de gente. Ha pasado, ya, muchas veces y vuelve a pasar ahora. Saben que los trapos sucios no se pueden tirar por el váter, pero insisten en tirarlos y luego tiran de la cadena pensando que no quedará ni rastro. Acaban liándola porque las cañerías se obstruyen y provocan unas averías que cuesta dios y ayuda arreglarlas.  

Hay que tener cuidado con lo que se tira. Las cloacas exigen un mantenimiento y una vigilancia que no deberían descuidarse. Por ellas circula toda la porquería del poder económico-financiero, el resentimiento de algunos miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que añoran a Franco, los sumarios de los narcos y delincuentes que se extravían en los juzgados… Los bulos, las mentiras, los fondos reservados con los que pagaron a Bárbara Rey, al chófer de Bárcenas y al que se disfrazó de cura para robarle los datos, y todas las tropelías de los impresentables que trabajan de poceros limpiando las cagadas de la gente importante.

Las cloacas son un submundo que alberga, en sus entrañas, a una tribu de caraduras que actúan al margen de la ley con el pretexto de hacerlo en nombre de un bien superior. Actúan, de tapadillo, al servicio de las altas esferas que les encargan los trabajos sucios. Viene sucediendo así desde la noche de los tiempos sin que los gobiernos, tanto los de derechas como los de izquierdas, hagan nada por evitarlo. Y no crean que es algo típico y particular de España, también sucede en Estados Unidos, Francia, Alemania y todos los países con democracias estables y, teóricamente, avanzadas.

Negarlo es negar la evidencia. Las cloacas del Estado existieron, existen y seguirán existiendo por más que algunos se hagan los despistados, se rasguen las vestiduras y pongan el grito en el cielo. Que el líder de un partido político, condenado por corrupción y cuya sede ha sido remodelada con dinero negro, diga que aquí no pueden pasar estas cosas, haga un llamamiento a la gente decente y pretenda capitalizar y convencernos del valor ético de su discurso y de la intachable trayectoria moral, limpia y ejemplar de los miembros de su partido, es el colmo de la desfachatez y una desvergüenza que no cabe en cabeza humana.

Dedicarse a destapar alcantarillas, cuidándose de tapar las suyas e ignorando las que están al descubierto y pendientes de sentencia, entraña un cinismo sobrecogedor. Y es de un cinismo mayor que el promotor de semejante operación pretenda erigirse en el nuevo flautista de Hamelin.

No merecemos lo que está pasando. Es reprobable y penoso que la actividad política consista en remover las cloacas y airear porquería. Así está quedando la primavera, que en vez de oler a flores, huele que apesta. Mejor hacían propuestas para solucionar los problemas que acucian a la gente. Me refiero a todos. A los que se dedican a revolver mierda porque no saben hacer otra cosa y a los que se tapan las narices y luego se ponen colonia.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


lunes, 2 de junio de 2025

La soledad avanza como negocio

Milio Mariño

Acostumbrado a viajar y pasar mucho tiempo en las grandes ciudades, vivir, de seguido, donde has nacido y estar jubilado no significa que desconectes y te importe poco lo que pasa en el mundo, pero lo ves de otro modo. La realidad que tenías a mano, ahora la tienes más lejos y ya no es lo mismo. Quedas a cuadros cuando lees que un chatbots, una plataforma que ofrece la amistad de un robot como sustituto de la compañía humana, ha recibido, el mes pasado, 194 millones de visitas.

En principio desconfías, piensas que puede ser una broma, pero luego sigues leyendo y te encuentras con una sorpresa: “La soledad es una posibilidad de negocio que podría superar los 500.000 millones de dólares en el año 2030”.

Alabado sea San Pancracio, patrono de los negocios. Para que luego digan que hay quien se hace rico a lo tonto. Mientras algunos pedimos un vino y pensamos qué nos pondrán de pincho, otros piensan como hacerse ricos. Donde usted y yo vemos gente que creemos acompañada porque no para de hablar y chatear por el móvil, otros ven que esa gente está sola y tiene un problema. Ven que hay chollo donde algunos no vemos tres en un burro.

Supe después, por un estudio de la Universidad de Comillas, que el 21% de los españoles se siente solo y el 44% siente la soledad de forma indirecta. Varios sociólogos y sicólogos sociales coinciden en que asistimos a un silencioso cambio en la conformación de la sociedad y que la unidad familiar que conocemos, formada por padres, hijos y abuelos, ya es historia. La familia sigue existiendo, pero se está llevando a cabo un proceso de individualización en el que cada vez más gente vive sola y su relación afectiva es menor.

Por lo visto, no solo los viejos echan en falta el mayor afecto, amparo y seguridad que da la familia, hay jóvenes y personas de mediana edad que presumen de vivir solas, intentan ocupar su tiempo libre con actividades lúdicas como los cursos de cocina, el bricolaje, el senderismo o partirse el culo en el gimnasio y luego, cuando llegan a casa, sienten el peso de la soledad.

 La soledad empieza a ser un problema. Por eso los chinos, que están en todo, hace tiempo que trabajan en la producción de robots empáticos de acompañamiento con los que puedes hablar, discutir y jugar al mus, amén de otras funciones como avisarte para que tomes la pastilla o avisar al 112 si ven que bizqueas y abres la boca como un hipopótamo.

Es triste imaginar que podemos acabar nuestros días sentados en el sofá y charlando con un robot. Tenemos, a nuestra disposición, más medios que nunca para comunicarnos y cada vez estamos más solos. La soledad se está extendiendo como una plaga y abarca todas las edades y clases sociales, sin distinción.

No se trata de algo que llegará, es algo que ya está aquí y convendría tomarlo en serio para ponerle remedio. Lo que me deja perplejo es que en lugar de aconsejarnos que cambiemos nuestra forma de vida, que volvamos a conectar con la familia y seamos más amables, tolerantes y generosos, lo que hacen es avisarnos de que la soledad se perfila como un gran negocio que, si estamos al loro, puede reportarnos pingues beneficios.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España