lunes, 15 de julio de 2019

Podemos quiere poder

Milio Mariño

El verano es poco propicio para la reflexión. Quien más quien menos, todos tenemos la cabeza a pájaros y el cuerpo como para no meterlo en camisa de once varas. El cuerpo quiere descanso y la cabeza que la dejemos en paz. Sería lo propio, pero la insistencia de Podemos y el PSOE, que no paran de amenazarnos con nuevas elecciones, es como un grano en el culo que va con nosotros a todos los sitios. Ya puede uno estar en la playa o a la sombra de un bambú que no se libra de que le recuerden que quizá no haya solución y tengamos que volver a votar. Es la canción del verano, el rap del egoísmo y la falta de sentido de Estado de los partidos de ámbito nacional. 

Estos últimos días, el PSOE ha suavizado sus posiciones, pero se resiste a formar una coalición con Podemos y sigue apostando por un Gobierno en solitario que incluiría a independientes de perfil progresista. El argumento es que un gobierno de coalición solo tendría sentido si ambas formaciones sumaran mayoría absoluta. En el otro lado, la justificación de Podemos, pasa por pedir Ministerios, pues dicen que no se fían de que el PSOE vaya a cumplir los acuerdos si ellos no están en el Gobierno. 

Total, que quienes bien podían abstenerse no se abstienen y quienes podrían formar una mayoría aceptable no acaban de ponerse de acuerdo. Primero porque no se entiende que alguien pida gobernar en coalición con quien dice que le engaña y segundo porque una coalición que nazca bajo la premisa de la desconfianza solo puede ser presagio de conflictos y fracaso. 

Tal vez proceda recordar que lo que propone Podemos no es nuevo. Quienes vivimos la transición ya pasamos por algo así en los años ochenta, cuando el PCE sostenía que sin los comunistas en el Gobierno no habría política de izquierdas. Al final no estuvieron y, a lo mejor, para ellos no se hizo una política de izquierdas, pero España sufrió el mayor cambio social de su historia y el PCE no solo no contribuyó en nada, sino que llegó a plantear aquello de las dos orillas que decía Anguita. En una orilla el PP y el PSOE y en la otra Izquierda Unida, como único referente de la izquierda. 

Ahora, el planteamiento es parecido, solo hay que cambiar Izquierda Unida por Podemos. Un Podemos que hace solo tres años decía que no era de izquierdas ni de derechas sino transversal y tenía como objetivo desalojar a “la casta” del PSOE. El resultado fue que acabó votando con el PP para impedir la investidura de Pedro Sánchez. De modo que si Podemos no se fía, el PSOE tiene más razones, aún, para no fiarse. Y no solo por lo que ocurrió hace tres años sino porque Podemos no ha logrado consolidarse como un partido estable. Es una amalgama de confluencias, mareas y satélites que carece de control sobre sus referentes en las principales comunidades autónomas. Tampoco está clara su alianza con IU, pues no son pocos los sitios en los que ambas formaciones se presentaron por separado, disputándose el electorado. 

La conclusión es que Podemos quiere poder y el PSOE se resiste a dárselo. Cabe suponer que será porque cree que, a Pablo Iglesias, más que un gobierno de izquierdas, lo que le importa es sobrevivir él.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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