lunes, 8 de agosto de 2016

¡¡ Qué reblinquen !!

Milio Mariño

Por falta de presupuesto -eso dijeron- el paseo de la ría no acogerá este año lo que hubiera sido la cuarta edición de Bitácora. Una semana dedicada al mar cuyo coste no creo que arruinara las arcas municipales. Pero ellos sabrán. Es cuestión de prioridades. Así que viendo la decisión y, aun, contando con que Bitácora no fuera gran cosa, parece ser que los regidores locales consideran una pérdida de dinero, y de tiempo, que Avilés recuerde lo que fue: un pueblo de pescadores. De pescadores y pescaderas, que allá se van en importancia.

Marcos del Torniello, en un romance titulado “¡Que reblinquen!”, ya hacía un precioso retrato de las mujeres que recorrían las calles de Avilés, llevando sobre sus cabezas una “paxa”, una especie de cesta plana, repleta de pescado. Llanzones, xibiellos, chicharrinos… Y sobre todo, ahora por estas fechas, sardinas.

Aquella “paxa” solía pesar entre cuarenta y cincuenta quilos y las mujeres, casi siempre vestidas de negro, o de alivio, cargaban con ella en la cabeza mientras pregonaban la mercancía con una frase que se hizo muy popular y hace tiempo que ya no se usa: “¡Que reblinquen!”

La frase no era, solo, publicidad. Tenía sentido. Por eso la recuerdo y la traigo aquí. Porque tal vez quede alguien que, aún, no sepa que estamos en el mejor momento del año para comer sardinas. Pasó la Virgen del Carmen y está por venir la Virgen de la Asunción. Entre una y otra es cuando las sardinas están más sabrosas. La temperatura del agua es mayor, el plancton es más abundante, las sardinas comen más, tienen más grasa y saben mejor.

Las sardinas siempre saben bien, pero se convierten en manjar si se asan a la brasa, se colocan sobre un trozo de pan y se comen con los dedos. No obstante, a pesar de su extraordinario sabor, fueron despreciadas hasta, como quien dice, hace dos días. Influía su bajo precio, el intenso olor que desprenden y que los restaurantes de postín se cuidaban de incluirlas en la carta. Pero desde que se dio a conocer que tienen omega 3 y que son buenas para el colesterol, los triglicéridos y la arterosclerosis, podemos darnos un festín y echarle la culpa al médico.

Ya no está mal visto comer sardinas. Solo me queda la duda de sí, en una fiesta social, se aceptaría que comiéramos un bocadillo de sardinillas en aceite. La duda es casi certeza del no. Saber, saben a gloria pero me temo que aquí estamos lejos del refinamiento de los franceses. En Francia clasifican las latas de sardinas por añadas, como el vino bueno. Los envases ponen la fecha en que fueron enlatadas y una lata que tenga diez años es considerada Gran Reserva. Así que ya saben, miren en la despensa y si encuentran una lata de sardinas añeja, han encontrado un tesoro.

Sería un hallazgo y un buen aliciente para salvar este verano de días grises y regidores municipales que suprimen pequeños festejos con la excusa del presupuesto. Una docena de sardinas, a la brasa, o una lata de sardinas, añeja, puede alegrarnos el día y hacer que gritemos: “¡Que reblinquen!”. Pero no las sardinas… Que reblinquen quienes están en el gobierno municipal o los que ejercen la oposición. Cualquiera nos vale si lo hace para rebelarse y que vuelvan a reponer lo que era un pequeño festejo y un homenaje al Avilés de la mar.

MIlio Mariño / Mi artículo de Opinión de los Lunes

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Milio Mariño