Milio Mariño
Entre las instrucciones que vienen con los teléfonos móviles hay una que aconseja dejar que la batería se descargue totalmente para que no se produzca el efecto memoria. La instrucción no solo sirve para los móviles, también los aparatos de los partidos la hacen suya y la aplican a rajatabla. Nada más que pasan las elecciones dejan que la batería se descargue, desaparecen el no rotundo y las descalificaciones, y vuelven a cargarla para enfrentarse a un mundo que no existía una semana antes.
Con la batería recargada quedan para tomar un café, ponen los programas encima de la mesa, descubren las coincidencias, que son muchas, y llegan a la conclusión de que es más lo que les une que lo que les separa.
Tranquilos, dicen en el PSOE. Cedemos un poco, nos apoyan y gobernamos en seis comunidades. Antes lo hacíamos con IU y ahora lo hacemos con Podemos. Si hay que pactar con el diablo se pacta. No pasa nada.
No pasa lo que dicen los que se creen sentados a la diestra de Dios padre. Podemos no llega con soviets bajo el brazo, ni son proetarras, ni nazis o bolivarianos. No van a quemar iglesias, ni violar monjas, ni convertir el Club de Campo de Madrid en una partida de huertos ecologistas, aunque esto no estaría mal. No harán nada que no sea razonablemente de izquierdas. Y eso es un peligro para el PSOE. Bueno, en realidad son dos: creer que han ganado las elecciones y han protagonizado el cambio, y estar ante el diabólico dilema dar gobiernos al PP o dárselos a Podemos.
El PSOE no puede dar gobiernos al PP porque sería un suicidio. Sería el apaga y vámonos con sus propios electores. Pero, por otra parte, dárselos a Podemos puede comprometer su futuro, como referencia de la izquierda, y la opción de seguir siendo un partido de gobierno.
El diablo, en este caso, ha puesto a los socialistas a las puertas del infierno por más que Pedro Sánchez piense que está a dos pasos del cielo. Diga lo que diga Pedro, el PSOE no se ha acercado a la gloria porque no ha mejorado hasta casi alcanzar al PP. Ha sido el PP el que ha caído, casi, hasta donde cayeron los socialistas, que perdieron 670.000 votos con respecto a las municipales y autonómicas de 2011 que ya fueron desastrosas.
La cruda realidad es que el PSOE, lejos de recuperar el voto perdido, ha seguido perdiendo, a pesar de que el PP se ha hundido. Conviene que sus dirigentes lo tengan presente porque la posibilidad de que puedan recuperar el poder en algunas autonomías como Extremadura o incluso Aragón, Castilla La Mancha y Valencia, enmascara la magnitud de la crisis. Nunca, hasta ahora, se habían visto en otra así. Antes, en las elecciones pasadas, cuando el PSOE pactaba con el diablo, léase Izquierda Unida, lo hacía como partido dominante y en su propio beneficio. Ahora, negociará con Podemos siendo el PSOE la segunda fuerza de la izquierda en algunas autonomías y en los ayuntamientos más importantes. De modo que lo tiene muy difícil.
Lo tiene difícil porque si el PSOE pacta con Dios, es decir con el PP, sería un disparate y quedaría muy tocado, pero si pacta con el Diablo puede acabar como acabaron sus colegas, los socialistas italianos y los griegos.
Entre las instrucciones que vienen con los teléfonos móviles hay una que aconseja dejar que la batería se descargue totalmente para que no se produzca el efecto memoria. La instrucción no solo sirve para los móviles, también los aparatos de los partidos la hacen suya y la aplican a rajatabla. Nada más que pasan las elecciones dejan que la batería se descargue, desaparecen el no rotundo y las descalificaciones, y vuelven a cargarla para enfrentarse a un mundo que no existía una semana antes.
Con la batería recargada quedan para tomar un café, ponen los programas encima de la mesa, descubren las coincidencias, que son muchas, y llegan a la conclusión de que es más lo que les une que lo que les separa.
Tranquilos, dicen en el PSOE. Cedemos un poco, nos apoyan y gobernamos en seis comunidades. Antes lo hacíamos con IU y ahora lo hacemos con Podemos. Si hay que pactar con el diablo se pacta. No pasa nada.
No pasa lo que dicen los que se creen sentados a la diestra de Dios padre. Podemos no llega con soviets bajo el brazo, ni son proetarras, ni nazis o bolivarianos. No van a quemar iglesias, ni violar monjas, ni convertir el Club de Campo de Madrid en una partida de huertos ecologistas, aunque esto no estaría mal. No harán nada que no sea razonablemente de izquierdas. Y eso es un peligro para el PSOE. Bueno, en realidad son dos: creer que han ganado las elecciones y han protagonizado el cambio, y estar ante el diabólico dilema dar gobiernos al PP o dárselos a Podemos.
El PSOE no puede dar gobiernos al PP porque sería un suicidio. Sería el apaga y vámonos con sus propios electores. Pero, por otra parte, dárselos a Podemos puede comprometer su futuro, como referencia de la izquierda, y la opción de seguir siendo un partido de gobierno.
El diablo, en este caso, ha puesto a los socialistas a las puertas del infierno por más que Pedro Sánchez piense que está a dos pasos del cielo. Diga lo que diga Pedro, el PSOE no se ha acercado a la gloria porque no ha mejorado hasta casi alcanzar al PP. Ha sido el PP el que ha caído, casi, hasta donde cayeron los socialistas, que perdieron 670.000 votos con respecto a las municipales y autonómicas de 2011 que ya fueron desastrosas.
La cruda realidad es que el PSOE, lejos de recuperar el voto perdido, ha seguido perdiendo, a pesar de que el PP se ha hundido. Conviene que sus dirigentes lo tengan presente porque la posibilidad de que puedan recuperar el poder en algunas autonomías como Extremadura o incluso Aragón, Castilla La Mancha y Valencia, enmascara la magnitud de la crisis. Nunca, hasta ahora, se habían visto en otra así. Antes, en las elecciones pasadas, cuando el PSOE pactaba con el diablo, léase Izquierda Unida, lo hacía como partido dominante y en su propio beneficio. Ahora, negociará con Podemos siendo el PSOE la segunda fuerza de la izquierda en algunas autonomías y en los ayuntamientos más importantes. De modo que lo tiene muy difícil.
Lo tiene difícil porque si el PSOE pacta con Dios, es decir con el PP, sería un disparate y quedaría muy tocado, pero si pacta con el Diablo puede acabar como acabaron sus colegas, los socialistas italianos y los griegos.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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