Milio Mariño
Por lo que vamos viendo, aquí y allá, parece que nuestros fiscales saben mucho de agricultura y de ganadería muy poco. En asuntos de ganado, y ganadería de engorde, andan bastante flojos. Pero, como agricultura y ganadería suelen ir juntas, ellos creen que compensan la carencia con un conocimiento de la botánica que les lleva a distinguir, al primer vistazo, si alguien cultiva lo prohibido, por más que intente camuflarlo entre las lechugas, los tomates y los ajos puerros.
Para eso están los fiscales. Para generar confianza y perseguir el delito, en bien del interés público. Ese es el objetivo. Y, para demostrar que no se arredran y lo mismo inspeccionan un huerto doméstico que el huerto de un partido político o el jardín Real de palacio, ahí tenemos a la Fiscalía del Principado, que pide dos años de cárcel, y el pago de una multa de 2.075 euros, para un avilesino al que acusa de cultivar, en su huerto, quince plantas de marihuana. Un éxito del fiscal y la policía, que apuntan como agravante que, además de dedicarse al cultivo que la policía intervino el 20 de noviembre de 2011, el acusado también se dedicaba a la conserva hortofrutícola, pues tenía cinco frascos con cogollos de la misma sustancia, que pesaron 128,07 gramos y eran de una riqueza que no llegaba al diez por ciento.
Pasando por alto otras consideraciones, quizá más relevantes, es fácil llegar a la conclusión de que el presunto agricultor no era, ni mucho menos, un hacha cultivando su huerto. La calidad del cultivo, cuya riqueza no llegaba al diez por ciento, deja bastante que desear. Pero la fiscalía no lo acusa por eso. Lo acusa porque sostiene que la marihuana no era para uso particular sino para venderla a terceros, circunstancia que le proporcionó un beneficio de 300 euros, que le fueron incautados.
Mirándolo por el lado práctico, analizando el precio de las hortalizas, cabe la sospecha de que el fiscal reproche, al acusado, que podría haber obtenido la misma ganancia, o más incluso, con cualquier otro cultivo. El argumento tiene su lógica. Pero, también, su peligro, pues, hace solo unos días, un vecino de Molleda pidió soluciones para frenar el saqueo que hacen los usuarios de la ruta del agua con algunos huertos que lindan con ese trazado. Lo cual pone de manifiesto que la vigilancia policial y el empeño de los fiscales, en materia de huertos, no se lleva a cabo con el mismo celo en la vecina Corvera que en la villa del Adelantado.
Son casos distintos, pero ya quisiera el vecino de Molleda que vigilaran su huerto lo mismo que vigilaron el otro. Y, en esto, volvemos a lo de siempre, a que se observa una mayor dedicación, de los fiscales y la policía, en materia de cultivos, ya sea de plataformas, grupos antisistema, o esa hierba que llaman María, que por lo que se refiere a los robos.
Esa es la historia. Que todos los huertos, incluidos los que cultivan la hierba que creemos inofensiva, deberían vigilarse por igual. Si se vigilaran todos, si se pusiera el mismo empeño, en unos que en otros, no se daría la paradoja que estamos comentando. No resultaría lo que parece, que la policía y los fiscales vigilan y se ocupan más de la hierbabuena que de la mala hierba.
Para eso están los fiscales. Para generar confianza y perseguir el delito, en bien del interés público. Ese es el objetivo. Y, para demostrar que no se arredran y lo mismo inspeccionan un huerto doméstico que el huerto de un partido político o el jardín Real de palacio, ahí tenemos a la Fiscalía del Principado, que pide dos años de cárcel, y el pago de una multa de 2.075 euros, para un avilesino al que acusa de cultivar, en su huerto, quince plantas de marihuana. Un éxito del fiscal y la policía, que apuntan como agravante que, además de dedicarse al cultivo que la policía intervino el 20 de noviembre de 2011, el acusado también se dedicaba a la conserva hortofrutícola, pues tenía cinco frascos con cogollos de la misma sustancia, que pesaron 128,07 gramos y eran de una riqueza que no llegaba al diez por ciento.
Pasando por alto otras consideraciones, quizá más relevantes, es fácil llegar a la conclusión de que el presunto agricultor no era, ni mucho menos, un hacha cultivando su huerto. La calidad del cultivo, cuya riqueza no llegaba al diez por ciento, deja bastante que desear. Pero la fiscalía no lo acusa por eso. Lo acusa porque sostiene que la marihuana no era para uso particular sino para venderla a terceros, circunstancia que le proporcionó un beneficio de 300 euros, que le fueron incautados.
Mirándolo por el lado práctico, analizando el precio de las hortalizas, cabe la sospecha de que el fiscal reproche, al acusado, que podría haber obtenido la misma ganancia, o más incluso, con cualquier otro cultivo. El argumento tiene su lógica. Pero, también, su peligro, pues, hace solo unos días, un vecino de Molleda pidió soluciones para frenar el saqueo que hacen los usuarios de la ruta del agua con algunos huertos que lindan con ese trazado. Lo cual pone de manifiesto que la vigilancia policial y el empeño de los fiscales, en materia de huertos, no se lleva a cabo con el mismo celo en la vecina Corvera que en la villa del Adelantado.
Son casos distintos, pero ya quisiera el vecino de Molleda que vigilaran su huerto lo mismo que vigilaron el otro. Y, en esto, volvemos a lo de siempre, a que se observa una mayor dedicación, de los fiscales y la policía, en materia de cultivos, ya sea de plataformas, grupos antisistema, o esa hierba que llaman María, que por lo que se refiere a los robos.
Esa es la historia. Que todos los huertos, incluidos los que cultivan la hierba que creemos inofensiva, deberían vigilarse por igual. Si se vigilaran todos, si se pusiera el mismo empeño, en unos que en otros, no se daría la paradoja que estamos comentando. No resultaría lo que parece, que la policía y los fiscales vigilan y se ocupan más de la hierbabuena que de la mala hierba.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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