Los que eran poderes fácticos y,
para despistarnos, se rebautizaron como instituciones que prestan un servicio al
Estado: los bancos, los fondos de inversión, los grandes empresarios… Todos los
que no pasan por las urnas, pero tienen poder para impulsar o detener el
desarrollo económico y, en general, influir en la marcha de la sociedad, es
evidente que ejercen su poder de muchas maneras y una de ellas consiste en meternos
miedo de una forma tan sibilina que casi llegamos a creer que lo hacen por
nuestro bien y no por el suyo.
El miedo siempre ha sido un arma de
primer orden, un poderoso instrumento que acostumbran a utilizar los poderes
fácticos para atemorizarnos y convertimos en ciudadanos sumisos. Es por eso que
cuando llega el caso, como ahora, recurren al miedo. Y es lo que han hecho, han
elegido un monstruo, Frankenstein, que así es como llaman al posible gobierno
de coalición, para anunciar un futuro monstruoso y lleno de calamidades.
Los malos augurios empezaron a raíz de que el
PSOE y Podemos manifestaran que estaban de acuerdo en formar un gobierno de
izquierdas. No pasó ni un día y ya volvieron los mete miedos de siempre con la
amenaza de que sería catastrófico. Al parecer, la primera equivocación sería que
pretendiéramos una sociedad más justa. Lo que nos conviene, y conviene a
España, es que haya un retroceso en este modelo de sociedad que tanto nos ha
costado construir. La prosperidad de la economía, dicen los asustadores, es
incompatible con conservar unos derechos sociales que son insostenibles. Sería
un grave error, y anuncian que lo pagaríamos caro, que el Gobierno aumentara el
gasto social y pretendiera financiarlo con medidas fiscales como endurecer el
impuesto de Sociedades o penalizar a las rentas altas en el IRPF. Otras medidas
que nos llevarían a la ruina serían elevar el SMI a 1.200 euros, desmontar la
reforma laboral o regular el mercado del alquiler de viviendas. Y, para que no
quede nadie sin amenaza, han llegado a decir que un gobierno de izquierdas
también perjudicaría al fútbol, pues la regulación de las casas de apuestas y
la subida fiscal al juego, podría suponer que los clubes, entre patrocinios y
publicidad, dejaran de ingresar 500 millones de euros.
Lo bueno, de un futuro tan catastrófico,
es que tiene solución. Bastaría con un acuerdo entre el PP y el PSOE. Una
propuesta sorprendente ya que no deja de ser curioso que quienes ahora piden un
pacto así no lo hubieran pedido cuando en Madrid y Andalucía ganó la izquierda y
el PP pactó con Vox. Lo que tocaba, entonces, era alcanzar el poder al precio
que fuera. Era dar por bueno que no existe violencia contra las mujeres, que la
única forma de que haya trabajo es que se realice en condiciones de esclavitud
y que eso de que vamos hacia un desastre ecológico es un invento de los progres.
El caso que, ahora, los
asustadores proponen un pacto PP-PSOE. Pero no lo proponen por patriotismo, lo proponen
por dinero. Apuestan por una política ultraliberal que les garantice el máximo
beneficio. Por eso insisten con el miedo y quieren que se imponga sobre la
esperanza de una sociedad más justa. Algo que no es imposible ni supone una catástrofe.
Catástrofe sería que aceptáramos, como única solución, que solo podemos ir a
peor.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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