lunes, 4 de marzo de 2019

Mentir de verdad

Milio Mariño

Casi nadie se sorprendió cuando Pablo Casado comenzó su discurso diciendo: Por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Solo un señor bajito, que estaba en primera fila, puso cara de escéptico. Pero Casado no se dio por aludido. Hizo una pausa, bebió un trago de agua y siguió contando su historia. Me encontré con un ciruelo cargadito de manzanas, empecé a tirarle piedras y caían avellanas.

Puestos a contar mentiras, los políticos son los mejores contadores de cuentos del mundo. Hay quien dice que tienen poca gracia y no hacen reír a nadie, pero con las mentiras de los políticos pasa como con los chistes malos, que la gente no se ríe hasta que los ha oído un montón de veces. Y tiene su lógica. Hay mentiras tan absurdas que cuando uno las recuerda tiene que reírse a la fuerza.

Hice referencia a una canción infantil, que puse en boca de Casado, porque el festival de mentiras acaba de empezar y no se imaginan la que nos espera. Tenemos ante nosotros tres meses de convocatorias electorales y otro mes, por lo menos, con el lio de las alianzas y la formación de gobiernos. Gobiernos locales, autonómicos y el central, que ahí es nada. Un verdadero empacho que coincide, además, con el juicio del Procés. De modo que, como mínimo, estaremos hasta el verano, acosados por noticias, declaraciones y desmentidos de todo tipo.

Dirán que viene a ser lo de siempre juntado en apenas tres meses. Lo sé, pero uno, al hacerse viejo, va volviéndose menos creyente y todo le suena a cuento. Todo le parecen mentiras por más que vivamos en la era de la información y estemos al tanto de lo que sucede en el mundo casi de forma inmediata.

Nunca, como ahora, tuvimos acceso a tantas noticias y, sin embargo, cuanta más información nos llega más nos convertimos en manipulables. Las cosas han llegado a un punto que vemos cualquier noticia y ya no sabemos si es verdadera o falsa. Pero, ¿acaso importa? Lo digo porque hay gente que, aun sabiendo que la noticia es falsa, actúa como si las mentiras fueran verdades. Como si la realidad fuera otra, pero no porque haya sucumbido a la mentira política, sino simplemente porque le interesa.

Buscando explicación a esto que les digo me encontré con un ensayo sobre “El arte de la mentira política”. Un ensayo, del escritor Jonathan Swift, en el que el autor se pregunta si es conveniente mentir y engañar al pueblo por su propio bien. La conclusión es que sí. Que al pueblo hay que engañarlo porque es crédulo y la mentira forma parte de su elemento natural, de modo que debe ser gobernado no diciéndole la verdad. Mintiéndole con elegancia, no con la torpeza con la que suelen hacerlo algunos políticos, que además de mentir mal acaban creyéndose sus propias mentiras, lo cual supone privarlas de su inicial bondad.

También se dice, en el ensayo, que el pueblo es hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras. Y, para mí que es cierto. Si el político dice la verdad y esta no le gusta a quien le escucha prefiere que cambie su discurso y le dé esperanzas, aunque tenga que mentir. En eso, los dos están de acuerdo. Uno porque oye lo que quería oír y el otro porque confía en que le acabará votando.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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