lunes, 17 de septiembre de 2018

Bombas y Sindicatos

Milio Mariño

Los sindicatos siempre han tenido muy mala fama. Siempre se les ha acusado, y se les acusa, de todo: de provocadores, de antisociales, de estar muy politizados, de querer destruir las empresas y de ser egoístas y defender solo a los que trabajan. Cualquier cosa, venga o no venga a cuento, es aprovechable para criticar su labor y ponerlos en la picota. Y, claro, no podían faltar los que se han aprovechado del lío con las bombas de Arabia para criticar que los sindicatos hayan salido en tromba, anunciando movilizaciones y advirtiendo al Gobierno que no se le ocurra acabar o reducir la venta de armas, se empleen donde se empleen y maten a quien maten.

Así, con la intención de hacer daño, fue como algunos, que mutaron de recalcitrantes belicistas a pacifistas de nuevo cuño, plantearon el problema. La ocasión la pintaban calva para descalificar a los sindicatos, acusándolos de falta de honestidad y de caer en contradicciones flagrantes como sería defender la venta de bombas a un país que vulnera, sistemáticamente, los derechos humanos y está cometiendo espeluznantes crímenes de guerra, que han supuesto más de 15.000 muertos civiles, de los cuales 2.400 son niños.

Ya puestos, la ocasión también ha servido para criticar a la izquierda por su falta de coherencia. Se ha insistido en que los de izquierdas, que suelen presumir de antimilitaristas, en este caso, han plegado velas despachándose con disculpas o declaraciones penosas como las del alcalde de Cádiz, José María González, “Kichi”, que ha resumido su postura diciendo que la alternativa era elegir entre un plato de lentejas, vía corbetas, o el purismo pacifista.

Enfocar el problema poniendo a los trabajadores en el punto de mira es una canallada. Es tergiversar, a propósito, el fondo de la cuestión para cargar la responsabilidad de la venta y la utilización de las armas sobre quienes las fabrican. Y eso es lo que algunos han hecho. Han utilizado el anuncio de movilizaciones en defensa de los puestos de trabajo para atribuir a los trabajadores y a los sindicatos una postura, en favor de la venta de armas, que en ningún caso han adoptado ni se les ha pasado por la cabeza. Los trabajadores, la inmensa mayoría, aborrecen la guerra y todo lo que conlleva un conflicto bélico en cuanto a destrucción y muerte. De modo que no es cierto que hayan abjurado de sus principios. Lo que han hecho ha sido defender su trabajo. Defender la vida y la dignidad de un empleo que les permite ganarse el pan de sus hijos.

Seguro que los de Navantia valoraron que su protesta podía ser interpretada como algunos acabaron interpretándola. Algunos que se vio que disfrutaban metiendo el dedo en la llaga de una contradicción que no existe. No existe porque los que anunciaron movilizaciones es cierto que trabajan fabricando armas y las armas no tienen otro destino que el propio para el que se conciben, que es matar y destruir lo más posible, pero quienes las fabrican de ninguna manera pueden ser culpables del destino final que se dé a esas armas. Trabajan en eso como podían hacerlo fabricando electrodomésticos. Por tanto, atribuirles una postura en favor de que se vendan bombas a Arabia Saudita viene a ser como si les imputaran que son partidarios de que los frigoríficos de alta gama acaben en las casas de los ricos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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