Aunque, en principio, el significado
era otro y ahora apenas se usa, hacer el indio sigue identificándose con hacer el ridículo.
Qué es lo que viene haciendo Felipe González de un tiempo a esta parte. No se
trata de una opinión personal, lo dijo él mismo en una entrevista que concedió,
hace poco, al diario ABC. Le preguntaron
por su partido y por Pedro Sánchez y dijo: “Yo hago como los apaches, pongo la
oreja en el suelo y sé si los caballos vienen herrados o sin herrar”.
No lo esperaba. Creía que era de
los nuestros, es decir de los buenos, que siempre fueron los vaqueros. Pero si dice
que es apache, él sabrá.
Debió ser un arrebato de
sinceridad. Lo mismo, antes de que le dijeran que estaba haciendo el indio,
confesó que lo era y se ahorró las explicaciones. Todo el mundo se hacía cruces
pensando qué podía haber pasado para que estuviera a partir un piñón con los
medios que hasta hace poco decían de él barbaridades. Nadie sabía a qué venía
que apareciera en El Hormiguero coincidiendo con el arranque de la campaña de
las europeas ni que se prestara a ser homenajeado por Moreno Bonilla y el PP
andaluz. Había algo que no cuadraba. Un ex presidente de gobierno se entiende
que recoja premios, participe en foros de debate y prologue o escriba libros,
pero pasar de la chaqueta de pana al frac de seda supone un cambio tan brutal que
merece la explicación de un siquiatra.
Los malpensados seguramente dirán
que Felipe González está haciendo lo que hace por rencor, envidia, inquina, un
poco de senilidad y una egolatría mal resuelta, pero confesar que se ha vuelto
apache despeja malentendidos y falsas interpretaciones. Hace el indio porque lo
lleva en la sangre. Le pasa como a otro colega suyo que también hace lo mismo y
es de distinta tribu. José María Aznar no es apache, pero se porta cómo si
fuera un indio navajo.
La confesión de Felipe González vino
a coincidir con el debate entre Biden y Trump en la televisión americana. Otros
dos que también hacen el indio y son de distinta tribu. También son octogenarios
y dicen bobadas impropias de alguien que fue presidente del gobierno.
Por mi condición de agnóstico, me
cuesta asumir que la iglesia católica vaya por delante en algunas cosas, pero tengo
que darle la razón en eso de que los cardenales no puedan votar en un cónclave
si han cumplido 80 años. El espíritu de esta norma se ha discutido muchas veces
y ha provocado algunas revueltas en la curia romana, pero ahí se mantiene. Los
cardenales octogenarios pueden ser elegidos, pero no pueden ser electores.
No es un principio exacto que a
partir de cierta edad se pierda capacidad, a la hora de mantener el tipo y resistirse
a determinadas influencias, pero con los años se producen cambios importantes a
nivel psíquico. Hacer el indio y justificarlo, diciendo que eres apache, no
significa que sigas siendo piel roja. Hay indios renegados que ayudaron a los
rostros pálidos y causaron mucho daño a los suyos.
Una retirada a tiempo puede ser
una victoria. Sería lo aconsejable, pero Felipe González ha desenterrado el
hacha de guerra y ataca a los de su partido porque quiere seguir siendo el jefe
de la tribu cuando ya no tiene edad para ello.
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Milio Mariño