Como de aprovechados está el mundo lleno y en España estamos que no caben más, hubo quien aprovechó nuestro fracaso en Eurovisión para endosárselo a Pedro Sánchez. Que, al pobre, ya era lo que le faltaba, que lo acusen de cantar peor que Feijoo. No lo acusan del asesinato de John F. Kennedy porque aún no había nacido, pero quien sabe si la jueza de Badajoz o el juez Peinado no encontrarán algún familiar suyo que estuviera en Dallas por aquellas fechas y coincidiera en un bar con Lee Harvey Oswald.
Nuestro fracaso en Eurovisión está siendo muy celebrado por los patriotas que acuñaron aquella famosa frase: “que caiga
España que ya la levantaremos nosotros”. Andan a la caza de cualquier mala
noticia para lanzarla cual cascara de plátano, a ver si el Gobierno resbala y
se da un leñazo que lo obligue a convocar elecciones. Recurren a lo que haga
falta y, en este caso, a un Festival donde gran parte del voto del público fue
movilizado y capitalizado por la ultraderecha que, incluso, se permitió el lujo
de comprar votos. Lo sabemos porque ellos mismo lo dijeron. La Presidenta de “OK
Diario” Pilar R. Losantos, dos horas antes de que empezara la gala, presumía en
Twitter de haber gastado 21,80 euros, que era lo que costaba votar 20 veces la
misma canción. Dijo que habían sido los 21 euros mejor invertidos del año. También
Ester Muñoz, vicesecretaria del PP, confesaba que había hecho lo mismo y se
vanagloriaba de semejante hazaña.
A esto hemos llegado. Parece
mentira qué quienes presumen de su amor por la patria celebren que España haya
quedado penúltima en Eurovisión. Visto lo visto, yo también lo celebro, pero
por un motivo distinto. Dado que la música y las canciones eran lo de menos y
lo que se votaba era si aceptabamos que Israel matara a 62.000
personas, incluidos 15.000 niños, y siguiera arrasando Gaza y matando de hambre
a los que quedan, pensé que era una buena noticia que Melody quedara de las últimas
en el ranking de los verdugos.
Hoy por hoy, mostrar simpatía por
lo que está haciendo Israel es una falta de humanidad que no se concibe en
nadie medianamente civilizado, por muy fanático que sea. La pretendida bofetada,
que dicen los que votaron a Israel, dieron los españoles a Pedro Sánchez, fue una
bofetada a la decencia y los derechos humanos. No vale restarle importancia y
decir, ahora, que se trataba de un simple festival de la canción. En principio,
eso creíamos pero lo convirtieron en otra cosa.
Quienes presumen y se jactan de
haber votado a Israel, porque era lo que molestaba al gobierno, dejan bien a
las claras que lo suyo es pura maldad. Hay cosas que nada tienen que ver con
ser de izquierdas o de derechas, que solo requieren un mínimo de decencia, un
poco humanidad y un par de neuronas. Apoyar y respaldar el exterminio de un
pueblo y el asesinato de miles de niños porque molesta al Gobierno, es para
hacérselo mirar. Supone una desfachatez que, además de vergüenza ajena, produce
estupor e incredulidad.
España es un país mucho más
sabio, decente y humano de lo que imaginan y pretenden algunos. Esta jugarreta
de la que tanto presumen, ojala les salga al revés y se vuelva contra ellos
mismos.