Hará como un par de semanas,
Oxfam Intermón hizo público un estudio en el que aseguraba que, en España, uno
de cada diez trabajadores es pobre. Mentía por omisión. Los nueve restantes son
pobres también. Son pobres los diez. Si no lo reflejan en ese estudio es porque
la vara de medir que utilizan para la pobreza es tan retorcida que se agarran a
ella los que no quieren que les crezca la nariz.
Esa misma ONG, dice que los
trabajadores que cobren 1.343 euros al mes ya no son pobres, son clase media.
Lo cual es como si dijera que las gulas y las angulas son de la misma familia y
no se diferencian en nada. Siguen con la obsesión de meternos a todos en una
elástica clase media cuyo mito fundacional era que si trabajas duro y te portas
bien, el camino hacia el éxito está garantizado. Hace tiempo que ese mito se ha
roto, pero siguen igual.
Estadísticas aparte, hay más
pobres de lo que parece y muchos más de los que veía Enrique Osorio, portavoz
del PP de Madrid, que, subido en la tribuna, preguntaba: ¿Dónde están los
pobres, a ver, que yo los vea? Se puso a mirar, desde su atril, a izquierda y
derecha, simulando que buscaba pobres y no veía ninguno. Deberían de haberle
advertido que los pobres no se dejan ver fácilmente porque les da vergüenza ser
pobres y se ocultan y disimulan todo lo que pueden.
Quienes no quieren ver que hay
pobreza hacen un buen regalo a su conciencia. Suelen ser los mismos que tienen
recetas para todo y para esto también. ¿Cómo que hay pobres? Lo que hay son
pocas ganas de trabajar. Es más cómodo estar en casa cobrando un subsidio y a
verlas venir. Que levanten el culo del sofá y se pongan a trabajar, verás cómo
dejan de ser pobres.
Culpar a los vagos de la pobreza
viene bien para no preocuparse, pero el asunto es más complicado. Lo de
levantar el culo del sofá y trabajar, en un país con un importante crecimiento
económico y que, además, crea empleo, debería servir para llevar una vida
aceptable, pero casi la mitad de los que están en riesgo de exclusión tienen
trabajo y lo que ganan no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas. En
sus hogares escasea la carne, el pescado, la fruta y la verdura. Tienen que
elegir entre poner la calefacción o pagar el alquiler y si les surge algún
imprevisto o se les estropea un electrodoméstico, la tragedia es para llorar.
Un informe, de la Red Europea de
Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, afirma que, en España, tener un
trabajo no garantiza los ingresos necesarios para salir de la pobreza. Y no solo
eso, apunta otro dato muy preocupante: el hecho de tener estudios ya no es
garantía de conseguir un empleo que permita vivir en condiciones dignas. El
42,9% de la población en riesgo de pobreza ha finalizado los estudios medios o
tiene estudios superiores.
Trabajar y cobrar un salario
debería alcanzar para vivir de forma aceptable, pero no siempre alcanza. Muchos
de los que trabajan y pelean por sacar adelante a su familia se desesperan porque
no entienden que los hayan condenado a la pobreza. Consideran que su vida es
tan desafortunada que no merece la pena vivir. Y eso es terrible.