lunes, 11 de noviembre de 2024

Menudo “Trumpazo”

Milio Mariño

Quienes vivan en Estados Unidos y tengan un perro, un gato o un cochinillo de Segovia, como animal de compañía, están de enhorabuena; ya pueden dormir tranquilos. La victoria de Donald Trump impedirá que los inmigrantes sigan comiéndose las mascotas, como denunciaba el ahora presidente electo. Falta saber si les obligará a comer hamburguesas para que desistan de vivir en Estados Unidos y vuelvan a sus países de origen. Es muy capaz. Prometió ser duro con ellos, pero lo mismo los granjeros de Texas protestan porque se quedan sin mano de obra barata y le dicen que afloje un poco.

En estas elecciones americanas, los animales han sido los grandes protagonistas. A todos los niveles. No solo por las mascotas, otros cuadrúpedos, como Putin, Milei y Orbán, celebran que Trump vuelva a la Casa Blanca. También Santi Abascal, Ayuso y Feijoo sonríen satisfechos mientras aquí, por estos pagos, estamos que no nos llega la camisa al cuerpo, por el Trumpazo que hemos llevado y las animaladas que se avecinan.

La democracia tiene estas cosas. El pueblo, que es soberano, se ha pronunciado en las urnas y hay que aceptarlo. Por supuesto. Nadie cuestiona que el pueblo sea soberano, pero también puede ser soberanamente tonto. Eso de que el pueblo nunca se equivoca está pidiendo una revisión. La historia demuestra que muchos pueblos se han equivocado a la hora de votar. No parece que acierten los que han votado a quién, además de déspota, vengativo y racista, presume de ser inculto y ha sido declarado culpable de más de 34 delitos.

Imagino que algo raro debe estar pasando para que el pueblo compre, es decir acabe votando, lo peor que hay en el mercado. Los más mentirosos, aprovechados, corruptos, machistas y vendedores de humo. Así que lo mismo tenemos que poner en cuarentena aquello de que el pueblo es sabio. Parece una frase hecha para halagarnos, más que una afirmación objetiva.

El pueblo de Estados Unidos acaba de elegir Presidente a un convicto que el pasado mes de mayo fue declarado culpable de 34 delitos, todos los que le imputaban en el caso de Stormy Daniels, la actriz porno a la que pagó con dinero negro para comprar su silencio. Trump tiene, además, otras causas pendientes. Está imputado por su papel en el asalto del Capitolio y el intento de pucherazo en Georgia, por los papeles clasificados que, dicen, robó y llevó a su casa y falta por ver qué ocurre con un audio en el que se jactaba de que había magreado a muchas mujeres por el hecho de ser famoso.

Todo era sobradamente conocido. Los americanos sabían que si votaban a Trump estaban votando a un vulgar millonario perseguido por la justicia pero, por alguna razón que se nos escapa, los discursos racistas, las imputaciones judiciales, las mentiras y los escándalos se convirtieron en hazañas que le dieron votos. Resulta increíble que millones de personas: negros, hispanos, inmigrantes, mujeres… en vez de ofenderse por los insultos que recibían, los tomaran a broma y les divirtieran.

No intenten una explicación razonada porque no van a encontrarla. Es tan incomprensible que dan ganas de decir que baje Dios y lo vea. Y, posiblemente, bajó. Las primeras declaraciones de Trump, cuando se supo ganador, fueron: "Dios ha querido que salve mi país".

No se hable más. Si Dios lo ha querido, ya está todo dicho.


Mi artículo de opinión de los lunes en La Nueva España


lunes, 4 de noviembre de 2024

Gota fría de indignación

Milio Mariño

Primero fue ese dolor agudo que deja los ojos fríos y la boca muda. Luego esa indignación amarga que quema como fuego en la garganta. Más tarde, la impotencia y la rabia de ver que intentaban aprovecharse de la tragedia quienes, si fueran mínimamente honestos, no deberían hacerlo.

Explicar con palabras lo ocurrido en Valencia es difícil. Hablo por mí. Existe la teoría de que si estás sobrecogido por la emoción no puedes describir lo que ves. Ojalá fuero eso pero, en mi caso, es que no doy para más. Así que voy a dejar a un lado las imágenes dantescas y centrarme en otras que también me dolieron. Otras como la de Carlos Mazón, Presidente de la Comunidad Valenciana, vestido con un chaleco reflectante como si viniera de limpiar el barro con sus propias manos. O, la del rey Felipe VI, expresando su pesar por la tragedia vestido con el mono de piloto del Ejército del Aire. Eran imágenes que chirriaban y no encajaban con lo que veía, como tampoco encajaba Núñez Feijoo cargando contra el Gobierno y lanzando acusaciones falsas con un cinismo escalofriante.

Prácticamente a dos pasos, cientos de voluntarios, militares de la UME, bomberos, policías y guardias civiles, agotados y llenos de barro hasta el culo, seguían ayudando a la gente después de más de doce horas sin descanso.

Antes de eso hubo políticos que se indignaron por que no se suspendieron las sesiones del Congreso y políticos de la misma cuerda que no decretaron la alarma hasta pasadas las ocho de la tarde, dejando completamente indefensos y desprotegidos a los trabajadores que tenían que ir o volver del trabajo en una situación de extrema gravedad. Un ejemplo muy cruel fue el twitt de un famoso que tuvo la desvergüenza de publicar una foto en la que aparecía dándole diez euros de propina a un repartidor que sorteó la riada para llevarle una pizza a su casa.

La alerta tardía, los trabajadores obligados a trabajar, la eliminación de la Unidad Valenciana de Emergencias, el retraso en pedir la intervención de la UME y otras medidas que no fueron tomadas a tiempo, hubieran salvado vidas.

Querer hacer responsable a la AEMET de la tragedia, además de falso, es ruin y miserable. Supongo que, a estas alturas, ya habrán inventado o inventarán otras disculpas que ojala sean diferentes a la tristemente famosa “hubieran muerto igual”, referida a los ancianos de la Comunidad de Madrid.

Cuesta asumir y entender unas consecuencias tan sobrecogedoras en vidas humanas por un fenómeno anunciado y en una comunidad que tiene un trágico y abundante historial de inundaciones. Si se hubieran interrumpido las actividades no esenciales a tiempo y se hubiera dado prioridad absoluta a la seguridad de las personas, no estaríamos hablando de esta cifra de fallecidos.

Habrá que exigir responsabilidades, pero esto no va de culpas, va de una reflexión en voz alta. La privatización de lo público, el negacionismo del cambio climático, construir en barrancos, poner diques al mar, urbanizar los ríos… La creencia de que somos todopoderosos y nada se nos resiste hace que nos asombremos ante la furia de unos elementos que creíamos domesticados. Es evidente que no lo están. Y lo peor de todo es que los gritos de esta terrible tragedia acabarán olvidándose sin que nadie asuma el fracaso y ponga los medios para que no vuelva a ocurrir.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España