Acostumbrado a viajar y pasar mucho
tiempo en las grandes ciudades, vivir, de seguido, donde has nacido y estar
jubilado no significa que desconectes y te importe poco lo que pasa en el mundo,
pero lo ves de otro modo. La realidad que tenías a mano, ahora la tienes más
lejos y ya no es lo mismo. Quedas a cuadros cuando lees que un chatbots, una
plataforma que ofrece la amistad de un robot como sustituto de la compañía
humana, ha recibido, el mes pasado, 194 millones de visitas.
En principio desconfías, piensas
que puede ser una broma, pero luego sigues leyendo y te encuentras con una
sorpresa: “La soledad es una posibilidad de negocio que podría superar los 500.000
millones de dólares en el año 2030”.
Alabado sea San Pancracio,
patrono de los negocios. Para que luego digan que hay quien se hace rico a lo
tonto. Mientras algunos pedimos un vino y pensamos qué nos pondrán de pincho,
otros piensan como hacerse ricos. Donde usted y yo vemos gente que creemos
acompañada porque no para de hablar y chatear por el móvil, otros ven que esa
gente está sola y tiene un problema. Ven que hay chollo donde algunos no vemos
tres en un burro.
Supe después, por un estudio de la
Universidad de Comillas, que el 21% de los españoles se siente solo y el 44% siente
la soledad de forma indirecta. Varios sociólogos y sicólogos sociales coinciden
en que asistimos a un silencioso cambio en la conformación de la sociedad y que
la unidad familiar que conocemos, formada por padres, hijos y abuelos, ya es
historia. La familia sigue existiendo, pero se está llevando a cabo un proceso
de individualización en el que cada vez más gente vive sola y su relación
afectiva es menor.
Por lo visto, no solo los viejos
echan en falta el mayor afecto, amparo y seguridad que da la familia, hay
jóvenes y personas de mediana edad que presumen de vivir solas, intentan ocupar
su tiempo libre con actividades lúdicas como los cursos de cocina, el bricolaje,
el senderismo o partirse el culo en el gimnasio y luego, cuando llegan a casa,
sienten el peso de la soledad.
La soledad empieza a ser un problema. Por eso
los chinos, que están en todo, hace tiempo que trabajan en la producción de
robots empáticos de acompañamiento con los que puedes hablar, discutir y jugar al
mus, amén de otras funciones como avisarte para que tomes la pastilla o avisar
al 112 si ven que bizqueas y abres la boca como un hipopótamo.
Es triste imaginar que podemos
acabar nuestros días sentados en el sofá y charlando con un robot. Tenemos, a
nuestra disposición, más medios que nunca para comunicarnos y cada vez estamos más
solos. La soledad se está extendiendo como una plaga y abarca todas las edades
y clases sociales, sin distinción.
No se trata de algo que llegará, es
algo que ya está aquí y convendría tomarlo en serio para ponerle remedio. Lo
que me deja perplejo es que en lugar de aconsejarnos que cambiemos nuestra
forma de vida, que volvamos a conectar con la familia y seamos más amables,
tolerantes y generosos, lo que hacen es avisarnos de que la soledad se perfila
como un gran negocio que, si estamos al loro, puede reportarnos pingues
beneficios.