Algunos amigos insisten en que, a veces, escribo lo que no
debería escribir. Intimidades y vivencias que, cuando las leen, sienten vergüenza
ajena. No admito reclamaciones. Escribo para desahogarme y, en cualquier caso,
siempre lo hago pensando que acabarán absolviéndome. El otro día, por ejemplo,
vi a una mujer con bigote y aquí me tienen contándolo.
Necesitaba contarlo. Hacía mucho tiempo que no veía a una
mujer con pelo debajo de la nariz que fuera más que pelusa. Pues no sé, desde
que era niño y veía a una anciana que vivía no muy lejos y a un par de monjas
con las que mi familia tenía amistad. Por eso que ya les digo, quedé que no
daba crédito. Estaba en la cola para la caja del supermercado y la señora que
iba delante, una señora mayor de etnia gitana, se dio la vuelta y vi que tenía
un bigote como hacía años que no veía en ninguna mujer. La señora advirtió mí
sorpresa, pero no creo que no lo relacionara con su bigote sino con la
exagerada cantidad de compra que había depositado sobre la cinta transportadora.
Quedé tan fascinado que no podía dejar de mirarla. La solución fue cambiar las
gafas normales por las de sol para no molestar.
Un rato después, cuando iba
de camino a casa, recordé que hubo un tiempo en que apenas nos sorprendía que
alguna mujer tuviera bigote. En realidad todas lo tienen, no es que sufrieran
una mutación genética, lo que ocurre es que se depilan o lo afeitan. Ocurre otro tanto con las axilas peludas, que
no desaparecieron por arte de magia sino por unos cánones que impone la
sociedad y condicionan nuestra apariencia estética. Pocos se atreven a desafiar esos cánones. Y las
mujeres todavía menos. No es frecuente
ver a una mujer con las piernas peludas, unas axilas pobladas y unos pelos
sobre el labio superior que recuerden a Groucho Marx.
El bigote de aquella señora llamaba la atención. Era como el
bigote de la otrora famosa Frida Kahlo, pero más poblado y mayor. Lo curioso es
que no se apreciaba masculinidad ni ánimo de provocar sino la inocencia de lo
natural. El respeto de una mujer por las costumbres de una raza que no asume la
moda paya.
Había reflexionado un poco y creía haber encontrado una
explicación racional que justificaba aquella reacción de asombro y exagerada
sorpresa pero, no contento con eso, decidí meterme en internet para
confirmarlo.
Volví a liarla. Internet es como la selva, puedes encontrar
cualquier cosa. Y encontré lo que no
esperaba. Resulta que la tendencia femenina, ahora en 2025, son los cuerpos
naturales y normalizados. Es el “Body Positive”, un movimiento que promueve y alienta el bigote femenino.
Una moda que está rompiendo moldes y se presenta como un nuevo símbolo de empoderamiento.
Los medios digitales y escritos destacan que muchas influencers, cantantes y
actrices han alzado la voz y defienden que, como el de las piernas, las ingles
o las axilas, ahora lo que toca es que las mujeres no se afeiten el pelo del
bigote.
Entiendo la propuesta y me parece lógica. Dejarse, o no
dejarse, bigote debería ser una elección personal, no un privilegio del que
solo disfruten los hombres. Si estamos por la igualdad sería injusto privar a
las mujeres del derecho a no afeitarse.