lunes, 4 de noviembre de 2024

Gota fría de indignación

Milio Mariño

Primero fue ese dolor agudo que deja los ojos fríos y la boca muda. Luego esa indignación amarga que quema como fuego en la garganta. Más tarde, la impotencia y la rabia de ver que intentaban aprovecharse de la tragedia quienes, si fueran mínimamente honestos, no deberían hacerlo.

Explicar con palabras lo ocurrido en Valencia es difícil. Hablo por mí. Existe la teoría de que si estás sobrecogido por la emoción no puedes describir lo que ves. Ojalá fuero eso pero, en mi caso, es que no doy para más. Así que voy a dejar a un lado las imágenes dantescas y centrarme en otras que también me dolieron. Otras como la de Carlos Mazón, Presidente de la Comunidad Valenciana, vestido con un chaleco reflectante como si viniera de limpiar el barro con sus propias manos. O, la del rey Felipe VI, expresando su pesar por la tragedia vestido con el mono de piloto del Ejército del Aire. Eran imágenes que chirriaban y no encajaban con lo que veía, como tampoco encajaba Núñez Feijoo cargando contra el Gobierno y lanzando acusaciones falsas con un cinismo escalofriante.

Prácticamente a dos pasos, cientos de voluntarios, militares de la UME, bomberos, policías y guardias civiles, agotados y llenos de barro hasta el culo, seguían ayudando a la gente después de más de doce horas sin descanso.

Antes de eso hubo políticos que se indignaron por que no se suspendieron las sesiones del Congreso y políticos de la misma cuerda que no decretaron la alarma hasta pasadas las ocho de la tarde, dejando completamente indefensos y desprotegidos a los trabajadores que tenían que ir o volver del trabajo en una situación de extrema gravedad. Un ejemplo muy cruel fue el twitt de un famoso que tuvo la desvergüenza de publicar una foto en la que aparecía dándole diez euros de propina a un repartidor que sorteó la riada para llevarle una pizza a su casa.

La alerta tardía, los trabajadores obligados a trabajar, la eliminación de la Unidad Valenciana de Emergencias, el retraso en pedir la intervención de la UME y otras medidas que no fueron tomadas a tiempo, hubieran salvado vidas.

Querer hacer responsable a la AEMET de la tragedia, además de falso, es ruin y miserable. Supongo que, a estas alturas, ya habrán inventado o inventarán otras disculpas que ojala sean diferentes a la tristemente famosa “hubieran muerto igual”, referida a los ancianos de la Comunidad de Madrid.

Cuesta asumir y entender unas consecuencias tan sobrecogedoras en vidas humanas por un fenómeno anunciado y en una comunidad que tiene un trágico y abundante historial de inundaciones. Si se hubieran interrumpido las actividades no esenciales a tiempo y se hubiera dado prioridad absoluta a la seguridad de las personas, no estaríamos hablando de esta cifra de fallecidos.

Habrá que exigir responsabilidades, pero esto no va de culpas, va de una reflexión en voz alta. La privatización de lo público, el negacionismo del cambio climático, construir en barrancos, poner diques al mar, urbanizar los ríos… La creencia de que somos todopoderosos y nada se nos resiste hace que nos asombremos ante la furia de unos elementos que creíamos domesticados. Es evidente que no lo están. Y lo peor de todo es que los gritos de esta terrible tragedia acabarán olvidándose sin que nadie asuma el fracaso y ponga los medios para que no vuelva a ocurrir.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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