Primero fue ese dolor agudo que
deja los ojos fríos y la boca muda. Luego esa indignación amarga que quema como
fuego en la garganta. Más tarde, la impotencia y la rabia de ver que intentaban
aprovecharse de la tragedia quienes, si fueran mínimamente honestos, no deberían
hacerlo.
Explicar con palabras lo ocurrido
en Valencia es difícil. Hablo por mí. Existe la teoría de que si estás
sobrecogido por la emoción no puedes describir lo que ves. Ojalá fuero eso
pero, en mi caso, es que no doy para más. Así que voy a dejar a un lado las
imágenes dantescas y centrarme en otras que también me dolieron. Otras como la
de Carlos Mazón, Presidente de la Comunidad Valenciana, vestido con un chaleco
reflectante como si viniera de limpiar el barro con sus propias manos. O, la del
rey Felipe VI, expresando su pesar por la tragedia vestido con el mono de
piloto del Ejército del Aire. Eran imágenes que chirriaban y no encajaban con
lo que veía, como tampoco encajaba Núñez Feijoo cargando contra el Gobierno y
lanzando acusaciones falsas con un cinismo escalofriante.
Prácticamente a dos pasos,
cientos de voluntarios, militares de la UME, bomberos, policías y guardias
civiles, agotados y llenos de barro hasta el culo, seguían ayudando a la gente después
de más de doce horas sin descanso.
Antes de eso hubo políticos que
se indignaron por que no se suspendieron las sesiones del Congreso y políticos
de la misma cuerda que no decretaron la alarma hasta pasadas las ocho de la
tarde, dejando completamente indefensos y desprotegidos a los trabajadores que
tenían que ir o volver del trabajo en una situación de extrema gravedad. Un
ejemplo muy cruel fue el twitt de un famoso que tuvo la desvergüenza de publicar
una foto en la que aparecía dándole diez euros de propina a un repartidor que
sorteó la riada para llevarle una pizza a su casa.
La alerta tardía, los trabajadores
obligados a trabajar, la eliminación de la Unidad Valenciana de Emergencias, el
retraso en pedir la intervención de la UME y otras medidas que no fueron
tomadas a tiempo, hubieran salvado vidas.
Querer hacer responsable a la
AEMET de la tragedia, además de falso, es ruin y miserable. Supongo que, a
estas alturas, ya habrán inventado o inventarán otras disculpas que ojala sean
diferentes a la tristemente famosa “hubieran muerto igual”, referida a los
ancianos de la Comunidad de Madrid.
Cuesta asumir y entender unas consecuencias
tan sobrecogedoras en vidas humanas por un fenómeno anunciado y en una
comunidad que tiene un trágico y abundante historial de inundaciones. Si se
hubieran interrumpido las actividades no esenciales a tiempo y se hubiera dado
prioridad absoluta a la seguridad de las personas, no estaríamos hablando de
esta cifra de fallecidos.
Habrá que exigir responsabilidades,
pero esto no va de culpas, va de una reflexión en voz alta. La privatización de
lo público, el negacionismo del cambio climático, construir en barrancos, poner
diques al mar, urbanizar los ríos… La creencia de que somos todopoderosos y nada
se nos resiste hace que nos asombremos ante la furia de unos elementos que
creíamos domesticados. Es evidente que no lo están. Y lo peor de todo es que
los gritos de esta terrible tragedia acabarán olvidándose sin que nadie asuma el
fracaso y ponga los medios para que no vuelva a ocurrir.
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