lunes, 12 de junio de 2023

Votar de rebote

Algunas consideraciones  sobre el voto rebelde

Uno de los hombres más ricos del mundo, el multimillonario Warren Buffet, dijo en una entrevista que no es cierto que se haya acabado la lucha de clases. Según él, la lucha de clases sigue igual vigente que a principios del siglo pasado, lo que pasa que su clase, la de los ricos, se lo ha tomado en serio y está ganando por goleada.

Estoy de acuerdo. Los ricos, a diferencia de los pobres, tienen mucho más claro quién defiende sus intereses. Votan a la derecha y no les pasa por la cabeza votar a ninguna otra opción política. Son de piñón fijo. Los pobres, en cambio, son más críticos y menos fieles. Los hay que se desentienden y ni siquiera van a votar  y otros votan sin pensar si lo que han elegido les beneficia o no.  

Además de críticos, los pobres son muy orgullosos. Son capaces de votar a la derecha para demostrar que no tienen nada que agradecer: ni las ventajas sociales que han conseguido, ni que les hayan subido el salario mínimo un 47%, en los últimos  años, o que hayan revalorizado las pensiones como nunca se había hecho. A lo mejor no se oponen del todo a dichas medidas, pero por lo que no pasan es porque suban los impuestos a los ricos, los bancos y las eléctricas y ayuden a los inmigrantes y los más desfavorecidos. Suele pasar que los que menos tienen están en contra de los que no tienen nada. Les parece mal que reciban ayudas o subvenciones.

Defender la democracia incluye aceptar que cada cual piense y vote lo que quiera por más que cueste entender que personas que viven muy modestamente y no tienen posibilidades de salir de esa situación, les rían las gracias a los que más tienen. Puede parecer surrealista y, si me apuran, incluso cómico, pero muchas de esas personas no solo les ríen las gracias a los ricos y los poderosos sino que también votan a quienes los defienden y comparten con ellos su desprecio por los pobres.

Algunos justifican esa postura diciendo que lo hacen por rebeldía. Quieren aparentar que se rebelan contra los suyos como quien lo hace contra sus padres. Una excusa que no cuela porque votar a la derecha y la ultraderecha, no puede explicarse con los mismos argumentos que sirven para justificar que se pongan una arandela en la nariz, se tatúen un rinoceronte en la espalda  o beban hasta vomitar.

Son, ya, muchos años preguntándome por qué hay tantas personas que votan en contra de sus intereses. Le habré dado mil vueltas y algunas respuestas encuentro pero, al mismo tiempo, ninguna. Ninguna que sea sensata y no suponga el despropósito de tirar piedras contra el propio tejado.

Quienes, sin tener un duro ni posibilidades de salir de la clase social a la que pertenecen, la media baja o más baja, votan a la derecha o la ultraderecha, en la creencia de que les irá mejor, deberían plantearse si no estarán apuntando mal y renegando de su condición. Podrían probar a darle la vuelta al refrán. Cambiar lo del obrero tonto de derechas y pensar si no llamarían tontos a los ricos que votaran a la izquierda. Cosa que los ricos no harán ni de broma, así que la tontería, la ignorancia y la idiotez recaen, irremediablemente, sobre los que no hace falta nombrar.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Milio Mariño