lunes, 22 de abril de 2019

En la calle con mesa y mantel

El gran invento del lunes de Pascua


Cuando la gente se echa a la calle suele ser para protestar. Pero no siempre porque hay días, como este lunes en Avilés, que las calles son un paisaje de mesa y mantel y personas pasándolo bien. Días que rompen con la rutina y calles que lo agradecen dejándose acariciar. Será que están contentas de llamarse como se llaman, aunque tal vez no olviden que hace cuarenta años por estas fechas la nueva corporación democrática iniciaba un proceso que culminaría, tres meses después, con el abandono de los concejales de UCD del pleno del ayuntamiento en el que se aprobó el cambio de denominación de 32 calles y plazas. Protesta que se justificó, entonces, alegando que con los nuevos nombres de las calles se ponía en peligro la unidad nacional, al tiempo que se pedía a los vecinos que colgaran banderas de España en los balcones.

Como ven, aunque sean el doble de lo que dice el tango, cuarenta años son nada. Casi estamos igual. Lo único que el aire es más limpio y si te asomas a Ruiz Gómez ves el Niemeyer al fondo. Eso y que, ahora, los lunes de Pascua tenemos la comida en la calle, de modo que si el tiempo no lo impide volveré a sentir la emoción de sentarme a comer con los amigos.

Nunca se me ocurrió preguntarle a Mariví Monteserin, que fue la autora del invento, cómo le vino la idea de semejante festejo. No creo que fuera viendo alguna de esas películas americanas, ambientadas en Nueva York, en las que la gente sale corriendo para comer en la calle y volver al trabajo. Dicen los yanquis, lo leí hace poco, que lo de comer en la calle no es por falta de tiempo. Que ahora lo hacen por gusto, porque les encanta salir a la caza de los puestos callejeros y las furgonetas de comida, en Nueva York hay más de 3.000, que venden perritos calientes, pinchos morunos, pizzas y cualquier cosa que coja entre dos servilletas y pueda comerse de pie.

Es posible que los americanos sean amantes de la buena cocina, pero, desde luego, no lo son de la buena mesa. Ya ven donde comen: apoyados en una esquina, dentro del coche, sentados en las escaleras o, si tienen suerte y lo pillan, en un banco del parque. Ni punto de comparación con la dignidad que supone comer en la calle con mesa y mantel. Algo que aquí nació para ser festejo y fue creciendo a pesar de las críticas que vaticinaban un estrepitoso fracaso. El argumento de los detractores no lo recuerdo. Quizá vieran en ello una vulgaridad o estuvieran influidos por el antecedente de que no era de buena educación comer en la calle. Las normas de urbanidad no lo admitían, de ahí que los manuales de buena conducta llegaron a plantearse si procedía, o no, desear buen provecho a quienes tuvieran el mal gusto de comer en la calle. Saludo que estaba reservado para quienes comían en lugares cerrados.

La realidad es que hoy en día, ya sea en sitio cerrado o abierto, casi se ha perdido la costumbre de decir buen provecho. Tal vez la gente lo piense y lo deje dentro por pereza. Así es que, para que no se diga, yo lo digo y lo deseo con todas mis fuerzas a todos los avilesinos.

Milio Mariño / artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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