lunes, 18 de noviembre de 2013

Soldadura

Milio Mariño

Me lo recordó un amigo y pensé que no habíamos concedido la debida importancia al hecho de que, cuando se debatían los Presupuestos Generales del Estado, el presidente del Congreso, Jesús Posadas, suspendiera el pleno porque los diputados, y él mismo, percibieron un fuerte olor a soldadura que procedía del sótano.

No me gusta especular, de modo que no me plantee si sus señorías hubieran reaccionado lo mismo si en vez de oler a soldadura oliera a huevos con chorizo, pero me extrañó que reaccionaran como si aquel olor fuera un fenómeno inexplicable y dañino. Pensando, tal vez, que los obreros podían haber inventado un nuevo procedimiento para influir en sus decisiones. Un olor a quemado que impedía a los diputados ser dueños de sus actos y obrar en conciencia. Algo parecido a esos fenómenos “para anormales” que se imponen a la realidad, solo que, en este caso, las voces del más allá llegaban en forma de tufarada de un mundo lejano, y ajeno, del que sus señorías solo tenían noticia por haberlo leído en alguna novela o haberlo visto en algún reportaje de La 2.

Desconozco cuál fue la consideración que los grandes analistas políticos dieron al suceso, pero que los diputados abandonaran el Congreso, por un olor a soldadura, constituye un hecho histórico sin precedentes. No acepto que se banalice y se recurra al análisis simplista de que los diputados utilizan cualquier excusa para largarse de allí corriendo. Sería una ligereza comparar este desalojo con lo ocurrido en el pasado puente de Los Santos, cuando abandonaron el hemiciclo, en tromba, con el pretexto de que perdían el avión. Esto es más serio. De ahí que requiera, como cualquier otro suceso histórico, que se analice y se explique su transcendencia, además de las posibles repercusiones futuras.

Según mis noticias, los primeros en dar la voz de alarma fueron los diputados de ICV y el portavoz del PP, Alfonso Alonso, lo cual entra dentro de lo normal pues, en aquella fecha, el PSOE aún no había celebrado su Conferencia Política y, por tanto, nadie tenía constancia de que hubiera vuelto. Así es que fueron los diputados de IU y los del PP los que, el 11 de noviembre, detectaron el olor, lo mismo que dos meses antes, otro día once, en este caso de septiembre, detectaron una filtración de agua, que también obligó a que se suspendiera la sesión.

Tenemos pues dos incidentes, uno líquido y otro gaseoso, ocurridos el mismo día, de distinto mes, que nos llevan a pensar que tal vez el próximo pueda ser el que falta para completar el estado de agregación de la materia. Es decir, el sólido. De ahí que nadie, ni nosotros, ni los diputados ni los partidos políticos, debería pasar por alto lo que, sin duda, constituye una señal. Primero el Congreso hace aguas y ahora huele a quemado.

Si aplicamos la lógica elemental todo apunta a que, dentro de otros dos meses, podría producirse otro aviso, que sería sólido y, por tanto, de mayores consecuencias. De todas maneras, este análisis se refiere solo a los hechos, no aborda las causas por falta de espacio. Sería necesario otro capítulo para analizar por qué el Congreso hace aguas y si es que el olor a soldadura tiene algo que ver con la percepción generalizada de que se ha roto la unidad y España necesita ser soldada.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

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