Milio Mariño
La primavera nos ha traído flores, nuevos aromas, buen tiempo, pájaros en celo y una reforma del Código Penal, ratificada por el Congreso hace unos días, que eleva a 16 años la edad mínima de consentimiento sexual en lugar de los 13, que era lo que estaba establecido hasta ahora.
Los mentores de la Ley, que entrará en vigor el próximo 1 de julio, dicen que pretenden reforzar la protección de los menores, pero todo apunta a que se trata de una nueva ocurrencia de la mayoría gobernante con la que el PP pone de manifiesto no solo que desconoce la realidad de la adolescencia y la juventud sino que sus diputados y diputadas, además de la sensatez, han perdido la memoria y se han olvidado por completo de lo que hacían cuando eran jóvenes.
Con todo, ya puede poner, el PP, las leyes que quiera que los jóvenes van a seguir relacionándose antes de esos 16 años que establece la nueva ley como edad mínima. Así que, en vez de proteger a los menores, lo que van a ocasionar es un lío tremendo porque cualquier chaval de 18 años es mayor de edad y si sale con una chica de 15, algo que es frecuente, que ha pasado siempre y no va a dejar de pasar, estará cometiendo un delito.
La situación que ponemos como ejemplo es absolutamente real, no se trata de plantear un supuesto imposible con el propósito de alarmar a los jóvenes y a sus padres. Hablamos de una ley que entrará en vigor dentro de tres meses y nadie sabe su alcance ya que por relación sexual puede entenderse, porque así es, un beso, una caricia o un achuchón ¿Es eso lo que penaliza la ley o deberíamos entender que los legisladores, cuando dicen consentimiento sexual, eliminan el contacto físico del juego amoroso y solo se refieren a si se llega hasta el final?
Deberían explicarlo porque los jóvenes no lo saben ni lo van a entender. Los jóvenes se enamoran no importa la edad, ni la condición, ni las expectativas de futuro... Se enamoran y se buscan y se desean, en la calle, en los bancos del parque o donde cuadre. Así que me gustaría que los legisladores explicaran a un par de jóvenes de 15 años que lo que están haciendo, tontear que es lo suele hacerse a esa edad, lo han convertido en delito.
Que dos adolescentes se quieran no puede ser nunca delito. Hacer leyes que convierten en delito lo que es normal entre adolescentes, lo que siempre ha existido y seguirá existiendo, solo sirve para generar problemas donde no los había. Para liarla de forma gratuita y demostrar que no se tiene ni idea de cuáles son los verdaderos problemas de la juventud y la adolescencia.
Dándole vueltas a este nuevo disparate que, para mí sorpresa, está pasando poco menos que desapercibido, no tuve por menos que acordarme de una canción que fue muy popular allá por los años sesenta del pasado siglo. Me refiero a “Quince años tiene mi amor” aquella canción que popularizó el Dúo Dinámico. Pues bien con la nueva ley en la mano la canción estaría haciendo apología de un delito. Ya ven lo que son las cosas, después de 36 años democracia los legisladores prohíben lo que era normal en plena dictadura franquista.
La primavera nos ha traído flores, nuevos aromas, buen tiempo, pájaros en celo y una reforma del Código Penal, ratificada por el Congreso hace unos días, que eleva a 16 años la edad mínima de consentimiento sexual en lugar de los 13, que era lo que estaba establecido hasta ahora.
Los mentores de la Ley, que entrará en vigor el próximo 1 de julio, dicen que pretenden reforzar la protección de los menores, pero todo apunta a que se trata de una nueva ocurrencia de la mayoría gobernante con la que el PP pone de manifiesto no solo que desconoce la realidad de la adolescencia y la juventud sino que sus diputados y diputadas, además de la sensatez, han perdido la memoria y se han olvidado por completo de lo que hacían cuando eran jóvenes.
Con todo, ya puede poner, el PP, las leyes que quiera que los jóvenes van a seguir relacionándose antes de esos 16 años que establece la nueva ley como edad mínima. Así que, en vez de proteger a los menores, lo que van a ocasionar es un lío tremendo porque cualquier chaval de 18 años es mayor de edad y si sale con una chica de 15, algo que es frecuente, que ha pasado siempre y no va a dejar de pasar, estará cometiendo un delito.
La situación que ponemos como ejemplo es absolutamente real, no se trata de plantear un supuesto imposible con el propósito de alarmar a los jóvenes y a sus padres. Hablamos de una ley que entrará en vigor dentro de tres meses y nadie sabe su alcance ya que por relación sexual puede entenderse, porque así es, un beso, una caricia o un achuchón ¿Es eso lo que penaliza la ley o deberíamos entender que los legisladores, cuando dicen consentimiento sexual, eliminan el contacto físico del juego amoroso y solo se refieren a si se llega hasta el final?
Deberían explicarlo porque los jóvenes no lo saben ni lo van a entender. Los jóvenes se enamoran no importa la edad, ni la condición, ni las expectativas de futuro... Se enamoran y se buscan y se desean, en la calle, en los bancos del parque o donde cuadre. Así que me gustaría que los legisladores explicaran a un par de jóvenes de 15 años que lo que están haciendo, tontear que es lo suele hacerse a esa edad, lo han convertido en delito.
Que dos adolescentes se quieran no puede ser nunca delito. Hacer leyes que convierten en delito lo que es normal entre adolescentes, lo que siempre ha existido y seguirá existiendo, solo sirve para generar problemas donde no los había. Para liarla de forma gratuita y demostrar que no se tiene ni idea de cuáles son los verdaderos problemas de la juventud y la adolescencia.
Dándole vueltas a este nuevo disparate que, para mí sorpresa, está pasando poco menos que desapercibido, no tuve por menos que acordarme de una canción que fue muy popular allá por los años sesenta del pasado siglo. Me refiero a “Quince años tiene mi amor” aquella canción que popularizó el Dúo Dinámico. Pues bien con la nueva ley en la mano la canción estaría haciendo apología de un delito. Ya ven lo que son las cosas, después de 36 años democracia los legisladores prohíben lo que era normal en plena dictadura franquista.
Artículo de Opinión / Diario La Nueva España