Escribo este artículo el sábado,
el día de reflexión antes de las elecciones y por tanto sin conocer el
resultado, pero me atrevo a decir que gane quien gane ganará el progreso porque
el progreso gana siempre.
Si gana la izquierda las cosas
seguirán como están y si gana la derecha, que según las encuestas es muy probable,
también seguirán igual. Con esto no trato de desmoralizar ni quitarle la
ilusión a nadie, constato lo que ha sucedido y seguramente volverá a suceder.
La historia demuestra que el PP, cuando gana, no se atreve a suprimir lo que hizo
el PSOE, aunque pueda hacerlo con mayoría absoluta. Ni siquiera en Andalucía se
atrevió a tocar nada de lo que hicieron los socialistas. Nada realmente
importante. Suele olvidarse de lo que dijo en campaña y pelillos a la mar. Ahí
está la Ley de Violencia de género, la de Igualdad, la del Aborto, la de Dependencia,
la del Matrimonio entre personas del mismo sexo… Y ahí seguirán estando junto
con la Subida del Salario Mínimo, la Revalorización de las Pensiones, la
Reforma Laboral, la Regulación del Derecho a una Muerte Digna y otras muchas
que nadie tocará por si acaso.
En campaña todos prometen cambiar
muchas cosas, pero luego no cambian nada porque lo que hay no es tan malo como
decían y, además, nadie se atreve a ir en contra del progreso. Tal vez algunos intenten
ralentizarlo, pero al progreso no hay quien lo pare.
¿Qué se supone, entonces, que hará la derecha
si resulta que ha ganado las Elecciones? Pues repartirá cuatro caramelos para
contentar a los suyos y se olvidará de lo dicho. Suprimiría la Ley de Memoria
Democrática, rebajará el impuesto de patrimonio, que solo lo pagan las grandes
fortunas, y recuperará el delito de sedición en previsión de que durante su
hipotético mandato el independentismo recobre fuerza y vuelva a proclamar la
República Catalana, como ya le pasó a Rajoy. Añadan, si quieren, que Feijoo retornará
a sus clases de idiomas y, mal que bien, acabará aprendiendo inglés, pero fuera
de eso, y de favorecer a los amigotes, no creo que haya grandes novedades
porque la sociedad por un lado y Europa por otro son quienes señalan el camino y
tirarse al monte es muy complicado.
Partiendo de eso, de que gane
quien gane no podrá suprimir las conquistas sociales, no estoy diciendo que da
igual que gobiernen unos que otros. Hay gobiernos que defienden lo público y contienen
un poco la ambición desmedida de los bancos, las grandes empresas y los
poderosos y otros que se inclinan por lo privado y alientan la cultura del
máximo beneficio, la especulación, el pelotazo y que la economía funcione a su
libre albedrio. Una forma de gobernar que ya sabemos cómo suele acabar. Acaba
con sonoros escándalos y escandalosos casos de corrupción.
El peligro es que volvamos a la España del
señorito. Sería lo, realmente, penoso porque al progreso no lo para ni dios.
Dios descansó al séptimo día y nosotros descansamos al quinto y pronto lo
haremos al cuarto. Avanzamos inexorablemente aunque algunos quieran volver al
pasado e insistan en sus ventajas. Algunas, tiene. Lo decía, con ironía, el
poeta Stanislaw Jerzy, en uno de sus aforismos. “El progreso ha supuesto el fin
de aquella época en que la gente aún podía morirse de lo que quería”.
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Milio Mariño