lunes, 23 de marzo de 2015

Por el olor del dinero

Milio Mariño

Cuando abrí el periódico y vi lo del Banco de Madrid, recordé que la mayor parte del dinero que manejamos proviene del narcotráfico. El 92% de los billetes de curso legal, actualmente en circulación, contienen restos de cocaína o de alguna sustancia estupefaciente. Eso dicen varios estudios y, en concreto, uno de la Universidad de Las Palmas basado en una muestra de 120 billetes obtenidos a través de cajeros. De modo que ya lo ven, criticamos a los Bancos que manejan dinero sucio y lo que llevamos en el bolso no resistiría ni una inspección rutinaria de ese Alto Cargo de Hacienda que confunde a La Cosa Nostra con Cáritas.

¡Aquí no se libra ni el Tato, todos manejamos dinero sucio! Dirá Montoro, con esa risita a lo "Monty" Burns de los Simpson. Y dejaremos de hacerle preguntas no vaya a ser que se enfade y hable de lo nuestro.

Hablando de lo nuestro, quiero decir de lo mío, el otro día salí a estirar las piernas y me encontré con un amigo que tiene un perro que cuando lo saca de paseo no se alivia, como hacen los perros, en los árboles del parque o las ruedas de los coches. Este perro que les digo elige los cajeros de los bancos. Y mi amigo está preocupado.

Por culpa d’esti cabrón cualquier día veome nun compromisu”. Dijo mientras el perro ponía pingando el cajero y yo esperaba para sacar cuatro euros.

El perro se tomó su tiempo y, mientras esperábamos, se me ocurrió preguntar si tenía alguna preferencia o tanto le daba mear en unos cajeros que en otros. Según mi amigo, cuando está apurado levanta la pata en el primero que encuentra, pero si va tranquilo elige el de un Banco que prefiero mantener en secreto para no echar leña al fuego.

La cosa fue que el perro meo lo que quiso y él y mi amigo siguieron rumbo como si nada. Siguieron a lo suyo pero, antes de torcer a la derecha, el perro dio media vuelta y quedó mirando como quien dice: a ver este qué hace. Yo hice lo de siempre, saqué cien euros. La misma operación de rutina solo que esta vez cogí los billetes y, antes de meterlos en la cartera, me dio por olerlos. Los olí dos o tres veces y resultó que olían raro. No olían a pis de perro pero tampoco a esa tinta de imprenta que huele agradable. Era un olor distinto, ajeno a como suele oler el dinero.

Acabé por guardar los billetes pero fue como si les cogiera manía. Como si me fastidiara llevarlos en la cartera y darlos como algo propio. Y entonces me acordé del perro y de que los perros se diferencian de las personas por lo bien que olfatean.

¿Será por el olor del dinero por lo que ese perro desprecia los árboles y mea en los cajeros de los Bancos?... ¿Estará oliendo el rastro de algún cabo suelto que podría llevarnos hasta el ovillo?...

Debería tomarlo como una anécdota pero va para una semana que no paro de darle vueltas. Si el perro de mi amigo mea en los cajeros de los Bancos, no es por qué se lo mande el amo, ni creo que sea por vicio ni, menos aún, por capricho. Oler huele algo, otra cosa es que se enfade y muerda.

Milio Mariño/ Diario La Nueva España/ Artículo de Opinión

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