lunes, 9 de junio de 2025

Cloacas y olor a primavera

Milio Mariño

Quien atesora más grabaciones que la vieja y muy famosa Columbia Records, el ex comisario Villarejo, dijo, en su día, que las cloacas no generan mierda, sino que contribuyen a limpiarla. Una verdad incontestable: son imprescindibles para la salubridad pública. El problema es que nadie se preocupa de limpiarlas, se atascan y luego revientan y la mierda salpica a un montón de gente. Ha pasado, ya, muchas veces y vuelve a pasar ahora. Saben que los trapos sucios no se pueden tirar por el váter, pero insisten en tirarlos y luego tiran de la cadena pensando que no quedará ni rastro. Acaban liándola porque las cañerías se obstruyen y provocan unas averías que cuesta dios y ayuda arreglarlas.  

Hay que tener cuidado con lo que se tira. Las cloacas exigen un mantenimiento y una vigilancia que no deberían descuidarse. Por ellas circula toda la porquería del poder económico-financiero, el resentimiento de algunos miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que añoran a Franco, los sumarios de los narcos y delincuentes que se extravían en los juzgados… Los bulos, las mentiras, los fondos reservados con los que pagaron a Bárbara Rey, al chófer de Bárcenas y al que se disfrazó de cura para robarle los datos, y todas las tropelías de los impresentables que trabajan de poceros limpiando las cagadas de la gente importante.

Las cloacas son un submundo que alberga, en sus entrañas, a una tribu de caraduras que actúan al margen de la ley con el pretexto de hacerlo en nombre de un bien superior. Actúan, de tapadillo, al servicio de las altas esferas que les encargan los trabajos sucios. Viene sucediendo así desde la noche de los tiempos sin que los gobiernos, tanto los de derechas como los de izquierdas, hagan nada por evitarlo. Y no crean que es algo típico y particular de España, también sucede en Estados Unidos, Francia, Alemania y todos los países con democracias estables y, teóricamente, avanzadas.

Negarlo es negar la evidencia. Las cloacas del Estado existieron, existen y seguirán existiendo por más que algunos se hagan los despistados, se rasguen las vestiduras y pongan el grito en el cielo. Que el líder de un partido político, condenado por corrupción y cuya sede ha sido remodelada con dinero negro, diga que aquí no pueden pasar estas cosas, haga un llamamiento a la gente decente y pretenda capitalizar y convencernos del valor ético de su discurso y de la intachable trayectoria moral, limpia y ejemplar de los miembros de su partido, es el colmo de la desfachatez y una desvergüenza que no cabe en cabeza humana.

Dedicarse a destapar alcantarillas, cuidándose de tapar las suyas e ignorando las que están al descubierto y pendientes de sentencia, entraña un cinismo sobrecogedor. Y es de un cinismo mayor que el promotor de semejante operación pretenda erigirse en el nuevo flautista de Hamelin.

No merecemos lo que está pasando. Es reprobable y penoso que la actividad política consista en remover las cloacas y airear porquería. Así está quedando la primavera, que en vez de oler a flores, huele que apesta. Mejor hacían propuestas para solucionar los problemas que acucian a la gente. Me refiero a todos. A los que se dedican a revolver mierda porque no saben hacer otra cosa y a los que se tapan las narices y luego se ponen colonia.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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