Los avilesinos de nacimiento, y
los que no lo son pero ejercen y se portan como si lo fueran, celebramos el
lunes de Pascua con la tradicional comida en la calle. Una comida que tal vez
no sea excelente en cuanto a los manjares que se degustan, pero lo es en cuanto
al momento que procura. La propuesta invita a que cada cual festeje lo que le
apetezca. No se pregunta ni hay que justificar el motivo. Habrá quien lo haga
por la resurrección de Cristo, por el retorno de la primavera o porque le
apetece reírse de los tiranos con tupé de panoja reina que ponen aranceles a la
inteligencia. La fiesta es sinónimo de travesura y esta de Pascua se celebra con
el pretexto de una efemérides religiosa o la disculpa de procurar alegría para
hacer más llevadera la vida. Se celebra según sea el sitio y se tenga por
costumbre.
Esta costumbre nuestra, de comer
en la calle el lunes de Pascua, es especial por el escenario y la oportunidad
de compartir sensaciones. Apenas hay constancia de que lo hagan en otros
lugares. Hacen algo parecido en Haux, Francia, donde rompen 4.500 huevos en una
sartén gigante, para cocinar una enorme tortilla de Pascua, que luego sirven a
más de mil comensales que se reúnen en la plaza del pueblo.
Sin saberlo, y de muy distinta
manera, somos herederos de lo que hace siglos estuvo muy extendido por toda la cristiandad.
Lo llamaban “Risus Paschalis”. Las Risas de Pascua. La necesidad de reírnos y
pasarlo bien después de la cuaresma.
Los sacerdotes cristianos habían
advertido que después de los sacrificios y las privaciones de la cuaresma, en
la fiesta de Pascua, convenía no ser tan serios porque, si no había alegría,
los templos estarían vacíos y los fieles se dormirían durante los sermones. Los
teólogos que defendieron la risa pascual lo hacían desde la óptica de marcar un
contraste entre los rigores de la Semana Santa y la inmensa alegría por la
resurrección de Cristo. El propio cardenal Ratzinger evocaba que los sacerdotes
contaran historias capaces de hacer reír a los fieles y en las iglesias resonaran
sus risas alegres. Hans Fluck, uno de los primeros en estudiar qué eran las
Risas de Pascua, consideraba, en 1934, que los predicadores debieron echar mano
de chascarrillos cada vez más atrevidos, para entretener a los fieles, y que el
avance del progreso y la civilización, en el siglo XIX, habrían sido la causa
del declive de esta vieja costumbre.
La antropóloga y teóloga italiana
María Caterina Jacobelli publicó, en 1.990, una investigación muy documentada
sobre “Risus Paschalis”. Explicaba por qué había causado un gran escándalo y airadas
protestas de humanistas como Erasmo de Rotterdam. Entraba en más detalles que
Hans Fluck y explicaba que la risa pascual consistía en que los sacerdotes
pronunciaban el sermón de Pascua incluyendo chistes verdes y diversas
bufonadas, llegando a levantarse la sotana para exhibir los genitales y
realizar gestos y remedos de relaciones heterosexuales, o incluso homosexuales,
y todo ello con el fin de hacer reír al auditorio.
Ya ven qué cosas. Y todo para procurar
que la gente se divierta y sea feliz en Pascua. Un logro que, en Avilés, hemos
conseguido con creces comiendo en la calle el lunes del Bollo. Hay lugares que saben
a gloria y son solo para nosotros.
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Milio Mariño