lunes, 21 de octubre de 2019

Agua de otoño

Milio Mariño

Superados los veranillos de San Martín y San Miguel, esperamos un otoño que nos traiga agua porque por aquí, aún, llueve algo, pero, por ahí abajo, los pantanos están medio secos y las previsiones son como las de aquel cura párroco que era apremiado por sus feligreses para que les dejara sacar al santo. El cura, que se oponía en principio, al final acabó cediendo, aunque no sin advertirles primero: Si queréis sacar al santo sacarlo pero que sepáis que he mirado en internet y no vaticinan que vaya a llover.

Lo de sacar al santo, ahora se lleva menos, pero antes, cuando había sequía, era normal hacerle novenas y sacarlo en procesión para pedir que lloviera. Lo curioso es que sí no llovía no crean que el santo se iba de rositas. Había pueblos, como Torrejoncillo, en los que le perdían el respeto y llegaban a insultarlo y a ponerle un trozo de bacalao en la boca. Claro que también había otros en los que la conclusión, si el santo no les mandaba lluvia, era que habían pecado mucho.

Es cierto que pecamos. Lo único que, si nos referimos a la lluvia, esos pecados no los provoca el demonio, el mundo o la carne, sino los desmanes contra el medio ambiente. Son pecados que nos han llevado a un calentamiento global que algunos, los países ricos, siguen negando, porque les interesa y, otros, los que están en vías de desarrollo, porque reclaman el derecho a contaminar para crecer, como hicimos nosotros durante décadas.

De todas maneras, los científicos aseguran que, en general, llueve igual ahora que hace setenta años. La diferencia está en que la caída de agua se produce en menos tiempo. Hay menos días de lluvia, aunque el resultado final, en litros, al parecer es el mismo. No puede llover más de lo que lo hace en un país como el nuestro. Circunstancia que nos lleva a fijarnos en la demanda y tener en cuenta que hemos aumentado, de forma exagerada, nuestro consumo de agua.

Según la OMS, lo que necesitamos para vivir son 50 litros de agua por persona y día. Ese sería el mínimo para mantener un nivel adecuado de salud e higiene y atender las necesidades domésticas. Sin embargo, la media de consumo en España casi triplica esa cantidad. Gastamos, o malgastamos, 132 litros por persona cada día. Un dato, referido a 2018, que ha sido facilitado por AEAS.


Así estamos. Llueve lo que llueve, lo mismo que hace 70 años, y no podemos pedir a las nubes que nos manden más lluvia porque nosotros hayamos aumentado el consumo de agua. Por eso que los expertos no proponen sacar a los santos en procesión ni aumentar el número de pantanos. Dicen que el precio medio del agua de uso doméstico es de 1,84 euros por metro cúbico, lo que representa un 0,89 % del presupuesto familiar. Muy por debajo del 3 % que fija la ONU como límite asequible del Derecho Humano al Agua. De modo que la solución, según ellos, es poner el agua más cara para que limitemos su consumo. Lo de siempre en estos casos. Así que no sé yo si no volveremos a sacar, en procesión, a los santos. No para que llueva, que es evidente que no sirve de nada, sino para que no nos suban el recibo del agua.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

1 comentario:

Milio Mariño