lunes, 12 de agosto de 2019

Lo que fue Salinas

Milio Mariño

Tomando un café en la terraza de La Toldilla, que mucho antes de lo que es ahora ya era cantina de aquel tranvía que iba de Avilés a Salinas y tardaba 40 minutos, recordé que tengo unos apuntes por casa que llevan a la conclusión de que Salinas no es lo que fue ni so sombra. Cierto que tiene el Longboard, esa disciplina elegante del surf de tabla larga que está siendo un éxito y un negocio, pero es apenas nada si comparamos estos tiempos con los de principios del siglo pasado, cuando los veraneantes eran personajes que estaban en la élite de la sociedad. 

Salinas era, entonces, una plaza de segunda división, pues en los círculos de la burguesía se decía que quienes venían a veranear Salinas era porque no tenían dinero para veranear en San Sebastián, pero es que, ahora, no pasamos de primera regional. Ahora quien ha salvado un poco los muebles, en estos últimos años, ha sido el Nóbel de Literatura Seamus Haney, un habitual de Salinas que la última vez que vino fue en abril de 2013, poco antes de morir. 

Quitando algún famosillo de la tele que pasa por Salinas poco menos que de incógnito, no hay color entre lo que fue, en sus buenos tiempos, y lo que es ahora. En Salinas veranearon Palacio Valdés, Clarín, Antonio López, Vaquero Palacios, Juan Antonio Vallejo Nájera, Gómez de la Serna y el también premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, que pasó algunas vacaciones en el antiguo hotel de la calle Príncipe de Asturias, cuyo comedor de huéspedes era lo que, desde hace muchos años, es la farmacia Vázquez. 

Por Salinas también pasaron muchos de los integrantes de la famosa colonia artística de Muros del Nalón. Casto Plasencia, Tomás García Sampedro, Agustín Lhardy y otros intelectuales y pintores que celebraban animadas tertulias en el antiguo Balneario de madera que luego dio paso al Club Náutico fundado por Álvarez Buylla. 

De aquellos tiempos hay infinidad de anécdotas. Desde el naufragio de Clarín que, el 19 de agosto de 1889, fue a pique a la altura de El Espartal y pudo ganar la orilla, aunque perdió el sombrero y los anteojos, a la mala suerte de Palacio Valdés, que se fracturó una cadera al bajar de un tranvía, o la buena de Juan Antonio Vallejo Nájera, que con cinco años, y veraneando en la Fonda Lola, lo llevaron a las Fiestas de San Agustín, en Avilés, le compraron una papeleta de la Xata de la Rifa y acabó tocándole aunque no pudo recoger el premio. Lo cuenta en su libro “Vallejo y yo”. 

Gómez de la Serna fue otro de los habituales que pasó buena parte de su juventud en Salinas. Tal es así que el 9 de agosto de 1909 recibió en la casa donde veraneaba una citación en la que le indicaban que debía incorporarse al servicio militar y presentarse en la Alcaldía de Avilés para tallarse y recoger su pase como recluta. 

Pero a quien Salinas le debe un buen homenaje es a Vaquero Palacios, un extraordinario pintor, escultor y arquitecto que murió, con 98 años, pintando la playa de El Cuerno. Hacía mucho tiempo que Vaquero Palacios no venía por Salinas, pero todos los años volvía a pintar la playa basándose en sus recuerdos. El Cuerno, quizá sea lo único que queda intacto de aquel Salinas que fue.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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