lunes, 10 de diciembre de 2018

Se acabó el tres en uno

Milio Mariño

Veo, con estupor, que mucha gente se pregunta de dónde ha salido Vox. Pues muy sencillo: Vox ha salido del PP. Y no lo digo por su líder, que también, sino porque el PP era algo así como el famoso tres en uno. Una parte de centro derecha, otra de la derecha de toda la vida y el resto los ultras.

Quienes piensen que la extrema derecha, en España, era Fuerza Nueva y que su influencia se acabó con el único diputado, Blas Piñar, que resultó elegido en las elecciones de 1979, se equivocan. La extrema derecha desempeñó un papel importante en la transición a la democracia y en el proceso de consolidación del régimen actual. Siempre tuvo peso y presencia en el Congreso. No creo que fuera ningún secreto que estaba camuflada dentro de lo que podríamos llamar la derecha civilizada. Es decir, el PP. Un partido que, con mayor o menor fortuna, intentó disimular que contaba entre sus filas con los nostálgicos del franquismo. Vale que hizo esfuerzos por parecerse a sus homólogos europeos, pero se negó a condenar la dictadura por miedo a enojar a los ultras. Unos ultras que, al final, salieron por peteneras. Si porque, en Andalucía, no es que haya surgido una nueva extrema derecha sino que una parte del PP acabó por echarse al monte y ganó la visibilidad que antes no tenía.

En mi opinión, esa fue la clave. Vox tal vez se parezca a lo de Francia, Italia y Alemania, en cuanto al auge de la ultra derecha, pero tiene más de neofranquismo que de cualquier otra cosa. Y, para entenderlo, pienso que debemos volver la mirada a nuestro pasado reciente. Hay que volver a la Transición y recordar que el objetivo, entonces, no fue combatir el fascismo sino olvidar el pasado y reconducir a los franquistas hacia la democracia. La prueba es que no hubo ruptura. Hubo un punto y seguido que se hizo con pies de plomo por miedo al ruido de sables y a no enojar a los fachas.

Con esa idea vivimos y fuimos tirando estos cuarenta años. Confiados en que primero AP, y luego el PP, habían conseguido domesticar a la derecha más ultra. Pero los ultras seguían ahí y el PP no pudo aguantar el tirón de las pulsiones internas. Así que empezó a fracturarse. Empezó por Ciudadanos, que se llevó a los más moderados, los que podrían homologarse con el centro derecha europeo. La fuga por ese flanco supuso que los más conservadores tuvieran más peso. Un peso que la dirección del PP decidió ignorar. Rajoy, con mayoría absoluta, no abolió el aborto, ni el matrimonio gay o la Ley de Memoria Histórica. Y Montoro, lejos de bajar los impuestos, decidió subirlos para no dañar en exceso el Estado de Bienestar.

El descontento, del ala dura del PP, fue importante. A Rajoy y a Montoro los acusaron, incluso, de socialdemócratas. Luego vino lo de Cataluña y agravó la cosa. Muchos, en el PP, consideraron que Rajoy era un blando. Un Maricomplejines, como dieron el llamarlo. Total que apareció Casado, dio un giro a la derecha para contentar a los ultras, y se hizo con el partido. Pero era demasiado tarde. El tres en uno había saltado por los aires. El PP de Aznar se había convertido en el PP de Casado, y en Vox y Ciudadanos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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