lunes, 18 de junio de 2018

Salvar bancos y dejar morir a las personas

Milio Mariño

Si tuviera que resumir, en dos palabras, qué es lo que define a los políticos que presumen de liberales diría sin pensarlo: la hipocresía y el cinismo. Para ellos, la famosa mano invisible ha dispuesto las cosas de tal manera que la persecución del máximo beneficio es el único medio que puede garantizarnos el bienestar y el bien común. Sobra, por tanto, la intervención del Estado. Sobra la sanidad pública, o por ejemplo el subsidio del paro, y no digamos cualquier atisbo de solidaridad. Su lógica parte del supuesto de que cada cual se las apañe como pueda y a quién Dios se la dé que San Pedro se la bendiga. De modo que no debe extrañarnos que, ante un problema humanitario, respondan como lo han hecho estos días. Diciendo la consabida frase: “Si tanto te gustan los inmigrantes mételos en tu casa”.

Fue lo primero que dijeron cuando se conoció la decisión de Pedro Sánchez de acoger al barco Aquarius. Apelaron a nuestro egoísmo y les faltó tiempo para insistir en su discurso de que el hambre, la injusticia y las enfermedades forman parte de la vida misma y al que le toca no le queda otra que aceptarlo con resignación cristiana. No cabe que le ayudemos porque eso no resuelve el problema. España, según ellos, no puede convertirse en una ONG. No puede tener un gesto humanitario porque eso propiciaría el efecto llamada y dentro de nada habría miles de inmigrantes y refugiados tratando de llegar a nuestras costas. Es decir, que lo que debería de haber hecho el gobierno es mirar para otro lado y dejar que el Mediterráneo acabara siendo la tumba de esas seiscientas personas. Su solución era esa, que les negáramos cualquier ayuda para que sirviera de escarmiento a los que estaban en el barco y a todos los que vengan detrás.

No sé si se habrán fijado, pero quienes nos advierten y alertan del peligro que supone salvar a seiscientas personas son los mismos que consideran imprescindible que salváramos a los bancos. Lo correcto, al parecer, es que el gobierno salve a los bancos y deje morir a las personas.

Dándole vueltas a esto, me acordé de un dibujo de El Roto en el que aparece una madre con un hijo pequeño, sentado en su regazo. Están solos mirando el atardecer y, en el bocadillo del dibujo, dice la madre: “Ya sé que no nos comprendes. Para que puedas comprender a los adultos tendrás que esperar a hacerte mayor y perder el juicio”.

En esas estamos. Vamos camino de perder el juicio, si es que no lo hemos perdido ya. La deshumanización ha ido consolidándose hasta convertirse en una especie de doctrina que trata de hacernos ver que el hambre, la explotación y la injusticia es lo normal. Insisten en convencernos de que la riqueza es inocente de la pobreza. Que los pobres y los desgraciados lo son porque quieren serlo. De modo que tratar de ayudarlos supone un despilfarro inútil e innecesario.

No dudo de que habrá quien compre ese discurso. Habrá partidarios de que nuestro gobierno siga el ejemplo del gobierno italiano, que niega y criminaliza la ayuda humanitaria. Pero creo que la mayoría, la inmensa mayoría, piensa que la decisión de acoger al barco Aquarius convierte a los españoles en mejores personas. Nos hace más humanos y más civilizados.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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