lunes, 4 de junio de 2018

Chúpate ésa

Milio Mariño

Uno se asusta un poco cuando ve las cosas de una manera y luego resulta que es el único que las vio así. Siente una especie de opresión angustiosa y duda de sus convicciones, pero algo en su interior se rebela y le obliga a reafirmarse aun a riesgo de quedar en ridículo. Ya pasé por esto otras veces, no es la primera vez que me pasa. Aunque, claro, lo de ahora puede ser incluso más grave porque creo que soy de los pocos, sino el único, que ha llegado a la conclusión de que Pedro Sánchez no quería ser Presidente.

Lo creo de verdad. Pienso que no entraba en sus planes y entre todos le han obligado. El primero Mariano Rajoy, cuyo empecinamiento en no dimitir entiendo que hay que tomarlo como una venganza. Por eso discrepo de quienes le acusan de falta de valentía. Valor no sé si tendrá poco o mucho, pero lo suyo, como se vio en la moción de censura, es la buena comida, el café, copa y puro y la sobremesa hasta las tantas. Es darles la razón a quienes consideran que, a Rajoy, lo que le gusta es dejar que suene el despertador y demorar la hora de ponerse en marcha hasta después de leer el Marca.

Rajoy no cambia. Todos conocemos su capacidad para afrontar con despreocupación y desgana los retos del día a día. Eso de no hacer nada cuando todo el mundo le pide que haga algo. Pues bien, Pedro Sánchez le pidió hasta siete veces que dimitiera. Se lo pidió con tanto énfasis que parecía que estaba pidiéndole un favor personal. Una ayuda para frenar la locura de aquellos que querían llevarle a La Moncloa, aupado por la más heterogénea congregación de partidos políticos que jamás había logrado concitar ningún candidato.

Pero nada, Rajoy oía las peticiones como quien oye llover. Es más, cuando el debate alcanzaba el máximo de tensión, vimos, estupefactos, como se arrellanaba en su escaño y empezaba a chupar un caramelo haciendo gestos de que estaba pasándolo en grande. Un Pictolín, que al parecer es su marca favorita y ya la había usado como chute en la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez.

Ningún medio, ni analista político, reparó en lo que les digo pero sigo pensando que lo del caramelo y aquellas muecas de regusto, más que un gesto poco estético, era la constatación de una venganza. Era como si dijera chúpate esa que yo me voy a mi casa. El mensaje estaba claro. Y Pedro Sánchez, que no es tonto, se dio cuenta al momento. La prueba es que su insistencia adoptó la forma de súplica. Llegó a pedirle que dimitiera para que todo acabara en aquel momento. Dijo que le fastidiaba hacer lo que estaba haciendo y hasta exculpó al PP de ser un partido corrupto. Pero Rajoy siguió chupando el caramelo y riéndose para sus adentros. Diciéndole, más o menos, tú te lo has buscado.

Por eso estoy convencido de que la clave de la moción de censura estuvo en el caramelo y en la forma de chuparlo. Rajoy no cree que haya perdido, cree que le ha endosado el muerto a Pedro Sánchez. Y no solo eso sino que, de paso, le ha dado un sopapo a Rivera, que se había atrevido a darle lecciones de españolismo y a disputarle el liderazgo de la derecha.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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